Voy a lanzar una frase de estas super categóricas; de las que hacen un sonido al terminar.
Cualquier opinión dada en términos de calidad se hará en comparación con algo.
Pum. 💥
Dime que estoy equivocado. 😎
- Mi sobrina es guapísima. 👩🎤 Ok, ¿comparada con quién?
- Este pastel está exquisito. 🥮 Ok, ¿comparado con qué otro pastel?
- Hemos jugado un partido horrible. ⚽ Puede ser, pero… ¿comparado con qué otro partido?
- Es la mejor película que he visto. 🎞 Vale, ya lo has dicho tú: comparada con las que has visto.
- Este coche es super veloz. 🚗 Cierto. Comparado con otros, ¿verdad?
- Voy a emprender y va a ser un negocio brillante. 🤑 Sin duda, cualquier cosa sería mejor que los últimos 3 trabajos que has tenido.
- He perdido un millón de euros. Es una barbaridad. 🤬 Sí claro, porque «solo» tenías 2 millones. Si tuvieras 50.000 tampoco era tan grave.
Necesitamos un punto de referencia casi tanto como respirar. La mayoría de nuestras opiniones sobre el mundo que nos rodea están basadas en comparativas. A este efecto se le llama «ancla». Además, hay unos cuantos sesgos más que han sido invitados a la fiesta. 🥳
😵💫 Solo recordamos los últimos datos proporcionados, y hacemos un promedio rápido entre todos ellos. En el caso de tu sobrina modelo, la comparas con el conjunto de chicas que has conocido últimamente. ¿A qué no la comparaste con el promedio de belleza del renacentismo? Probablemente has comido muchos pasteles exquisitos a lo largo de tu vida, pero estás comparando con los últimos que te has zampado. Tampoco comparaste el coche con un fórmula 1, ni con un carro a caballos.
😵💫 Si carecemos de puntos de referencia, nos los inventamos. En el caso de emprender, si es la primera vez que lo haces, tenderás a ser muy positivo. ¿Por qué? Ni se sabe, porque es tu primera vez, ¿no? Idealizarás el proyecto y creerás que eso que dicen de que el 80% de los emprendimientos fracasan no va contigo. Entonces, será un buen proyecto, ¿comparado con qué? Con tus mejores sueños.
😵💫 La comparación se hace de forma automática, y con cualquier cosa que el cerebro tenga a mano. Se pidió a unos jueces alemanes (edad promedio: 50 años) que leyeran la descripción de una mujer que había sido sorprendida robando. Después, tenían que tirar unos dados amañados que solo daban un 3 o un 9. A continuación, se les pedía que sentenciaran a la mujer a una pena de prisión mayor o menor que lo que había salido en los dados. Los que habían sacado un 9 decidieron sentenciarla, de media, a 8 meses, y los que sacaron un 3, a 5 meses. Vale. Eran jueces. Se supone que eran justos. Además, eran alemanes. Pero, de nuevo… ¿justos en comparación con los que no son jueces? ¿Alemanes en comparación con africanos? Por cierto. ¿30 años es ser joven? No me lo digas… Sí, en comparación con los 50 que tenían los jueces.
Más allá de estudios y truquitos con dados, el efecto ancla sirve para vendernos más caro de lo normal (uff! otra comparación). También nos motiva al decidir. Y más aún. Nos permite (o no) estar en paz.
El punto de referencia es como una sombra que te persigue a distancia, en un momento anterior en el tiempo 🥷. Pero no se queda estático. Se va moviendo contigo. Es lo que los estoicos llamaban adaptación hedónica. Eres muy feliz si tu situación es mejor que hace unos meses. Pero a poco que te acostumbres, querrás un cambio. 🤦
Las comparaciones son odiosas, para el comparado negativamente, claro. Para el funcionamiento normal, es imprescindible comparar. 🤷 Es que hasta la letra negrita es así comparada con la otra.
Así que no es cuestión de comparar o no comparar. No podrás evitarlo. La clave está en elegir bien el punto de referencia. Para eso, pregúntate: ¿Comparado con qué?
¿Qué te parece si durante esta semana lo pruebas? Cada vez que expreses un juicio sobre algo o alguien, para y haz la pregunta mágica: ¿comparado con qué? Ya me contarás… 👀