La enorme ventaja de no saber lo que tienes que hacer

Tabla de contenidos

¿Te agobia recordar lo que tienes que hacer? Ves ese montón de ropa por planchar y piensas: «¡Uff! Tengo que planchar». Ves ese informe sobre la mesa, y piensas: «¡Uff! Tengo que terminar ya ese informe». Sacas tu lista perfecta de próximas acciones en el contexto «casa», y ves, otra vez más, esa tarea de arreglar el grifo que gotea, y piensas: «¡Uff! Tengo que arreglar ese grifo». Pero no lo haces.

Si te ha pasado algo parecido, no eres el único. Por eso hoy vamos a hablar sobre la enorme ventaja de no saber lo que tienes que hacer. ¿Cómo es posible esto? ¡Vamos allá!

Tu mente se preocupa por lo que «tiene» que hacer

A medida que vas viendo objetos, o repasando listas de tareas, tu mente va acordándose de tareas pendentes, y va cargándose con todo lo que tiene que hacer.

Sobre todo, este problema es más grave cuando esas tareas son complicadas, requieren tiempo, enfoque o esfuerzo. Sí, puedes intentar eliminar fricciones, hacer agradable el rato, o dividir tareas, pero por más trucos que inventes, hay cosas que no nos apetece hacer, y que hay que hacer.

Al final, cuando por fin te pones, probablemente no era para tanto. Pero a tu cerebro eso le da igual. Su problema no es la tarea en sí, sino saber que está pendiente. Es como si le molestara saber que todo eso no está hecho.

¿Conoces esa sensación?

Cómo conseguimos no saber lo que hay que hacer

La buena noticia es que se puede vivir sin saber lo que hay que hacer. Ahora mismo, mientras escribo estas líneas, no tengo ni idea de qué tengo que hacer mañana. Sé que me toca viajar a la isla de enfrente de donde vivo, pero poco más. Y recuerdo esto porque es importante (es un viaje). Pero no me preguntes qué tengo que hacer el viernes o el domingo.

Con frecuencia, alguien me pregunta: «Oye, ¿qué haces tal día?». Mi respuesta es: «No tengo ni idea. Déjame que mire». Y es una respuesta sincera. ¿Por qué? Porque mi cabeza está llena de otras cosas, no de los pendientes. No tengo ninguna lista insistente que me recuerde lo que no he hecho. Si por alguna extraña razón quiero saber lo que me toca hacer, o lo que creo que ocurrirá dentro de dos semanas, tengo que recurrir a mi calendario. Ahí está todo. Y en realidad, salvo en los análisis que te mencionaré después, rara vez tengo que saber esto.

Y no soy el único. Este artículo surgió por una conversación con mi mujer. Ella está aplicando la filosofía de bloques de trabajo. Por ejemplo, cierto día de la semana lo dedica a lavar la ropa. Así que cuando ve el cesto con ropa, no piensa: «¡Uff! Tengo que lavar la ropa». Simplemente, su calendario le dice que eso lo hará cuando ella ha decidido, inteligentemente, hacerlo.

Seguramente ya sospechas cómo se consigue que nuestra cabeza no sepa lo que hay que hacer. Efectivamente, externalizando esa función a un sistema.

Le enorme satisfacción de no saber lo que tienes que hacer

En el método C.A.R., todo lo que llega a nuestra vida (tareas, ideas, preocupaciones, correos…), todo, se captura. Este es un primer paso que logra que los pendientes no estén en tu cabeza, sino en un sistema externo. Después se analizan las capturas siguiendo un esquema sencillo, y finalmente, se agenda, si es necesario. Y ya está. Sale de tu mente y se va al sistema. Después, mientras vas trabajando, vas revisando lo próximo. Solo necesitas saber eso.

Así que ya no te preocupa saber lo que tienes que hacer mañana o pasado. No verás tareas sin hacer en una lista. No tendrás que elegir entre varias opciones, desechando una vez más lo que no tienes ganas de hacer. No tendrás que tirar de memoria ni apuntarlo en un post-it.

El único momento en el que verás las cosas pendientes que todavía no vas a hacer, es cuando analizas tus bandejas de entrada. La clave es que esos momentos no son de hacer, sino de analizar. Así que tu cerebro tampoco se preocupará pensando en lo que tiene que hacer, sino en cómo y cuándo lo hará. Tomarás decisiones, agendarás o borrarás o lo que sea que quieras hacer, pero no se te quedará en tu cabeza dando vueltas.

No sé si me estoy explicando. La sensación que tengo desde que uso el método C.A.R. y que se va afianzando a medida que va pasando el tiempo es difícil de explicar. Es como si se hubiera vaciado parte de mi mente.

Mi mujer me decía algo parecido. Es como si tu fe en el sistema te permitiera vivir tranquilo, sin estrés, preocupándote solo de lo próximo QUE VAS A HACER.


Resumiendo

Nuestro cerebro sufre cuando sabe todo lo que está pendiente, sin hacer. Por eso la clave es no saberlo. Sacar esa información y llevarla a un sistema. En el método C.A.R., por ejemplo, se captura, se analiza la información y se agenda. Así que ya lo harás cuando toque hacerlo. Y solo te interesa saber eso justo cuando lo vas a hacer. Trabajar de esta manera nos libera la mente, y nos da una sensación de control total, no porque lo recordamos todo, sino porque todo está en el sistema.

Centro comercial
Estilo de vida

Somos animales de costumbres

Recientemente, en una conversación con un gerente de un gran centro comercial, oí esta expresión varias veces: “Somos animales de costumbres”. El contexto de la

Los negros del ataúd te enseñan efectividad
Reflexión

El baile del ataúd te enseña efectividad

Tengo un amigo que tiene un canal de YouTube. No es famoso ni nada de eso. Al contrario. El canal tiene 16 suscriptores ahora mismo. Hace poco, este amigo mío publicó un video grabando con el móvil un juguete de Hot Wheels con los bailarines del ataúd, y la archiconocida música de fondo. El video tiene 1371 visualizaciones. Así que mi amigo me dijo «partido de risa» que estaba perdiendo el tiempo, y que me dedicara a otra cosa. Pues bien, el artículo de hoy es la respuesta a mi amigo. Porque, al final, resulta que el baile del ataúd también te enseña efectividad.

Economía

La teoría de la compra de acciones en la vida

¿No sabes si tirar o no ese objeto al que le tienes cariño? ¿Te estás replanteando un proyecto? En este artículo te explico una técnica que leí a Laura Earnest que simplifica mucho la decisión.

Sobre el autor

Jaír Amores
Mi nombre es Jaír y soy de la cosecha del 78. Estoy felizmente casado; tenemos dos preciosas hijas, y vivimos en Las Palmas de Gran Canaria, España. ¡Sí! ¡El paraíso! Desde muy chico, ya me atraía la efectividad. Disfrutaba haciéndome un horario, automatizando tareas. Y… no sé si a ti te ha ocurrido también: me daba cuenta de muchas cosas que podrían hacerse mejor. Me sigue pasando, por cierto. Estoy convencido de que la efectividad y la productividad personal son fundamentales, pero… sin olvidar las cosas importantes de la vida. Porque, ¿de qué serviría mejorar si no nos hace más felices?