Un mal día lo tiene cualquiera

Un perro descansando. Todos podemos tener un mal día.

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Todos tenemos días malos, de esos en los que nos levantamos “con el pie izquierdo”. Parece que nada va a salir bien. Y por supuesto, que nadie nos hable de ser efectivos, eficientes, o eficaces. Lo único que queremos ese día es sobrevivir.

¿Te has sentido así alguna vez? Si es así, me gustaría lanzarte algunas preguntas. Por ejemplo, ¿tener un mal día te hace poco efectivo? ¿Es normal que ocurra esto en personas altamente efectivas? ¿Cómo puedes evitarlo (si es que hay que evitarlo)?

Aparentemente, para alguien a quien le interesa la efectividad -como doy por hecho que eres tú-, un mal día es una derrota. Las listas de tareas siguen igual, en el mejor de los casos, o incluso se hacen más largas. No se consiguen objetivos; no acabas las tareas o lo haces a duras penas. Dejas cosas a medias, o mal hechas… Todo lo contrario a ser alguien efectivo.

¿Es normal tener un “mal día” si eres alguien altamente efectivo?

Mi opinión al respecto es que sí. Todos somos “humanos”, y hay días o hasta etapas poco efectivas. Es normal, y creo que todos pasamos por ahí. Estos baches nos bajan el listón que pretendíamos, pero hay que saber llevarlos y aceptarlos como parte del camino. 

Hay que entender que la vida no es una línea recta, sino un gráfico de barras. No todos los días puedes ser igual de efectivo. Lo importante es el promedio. Si la mayoría de días consigues resultados, al final, serás alguien efectivo, y, en general, lograrás lo que te propongas.

Además, según parece, tenemos ciclos vitales, como los cronotipos. Alrededor nuestra suceden cosas que escapan a nuestro control. El fallecimiento de un ser querido, un cambio repentino de trabajo, o hasta una pandemia mundial, pueden cambiar totalmente el mundo en el que vivimos. Y por muy buenos que seamos gestionando entornos volátiles, probablemente nos llevará un tiempo volver a la normalidad.

No hay efectividad sin inefectividad

Hay otro punto interesante sobre la efectividad. Para que algo sea efectivo, hay que compararlo con lo contrario, con su contraste. No habría efectividad si todo y todos fueran efectivos. Para que alguien sea efectivo, tiene que haber personas muy poco efectivas. Y para tener un día efectivo, también tendrá que haber días poco efectivos.

Así que ahora surge una pregunta más. Si tiene que haber días poco efectivos, ¿dónde está el límite entre alguien que sigue siendo efectivo y otro que ha perdido definitivamente su efectividad? (Esto parece ya un trabalenguas, jejeje)

Está claro que un “mal día” en alguien efectivo no lo traslada al otro grupo, y al revés tampoco sucede. Es decir, una persona desordenada, por muy bien que le salga un día, no se convertirá de la noche a la mañana en alguien súper-efectivo.

Las personas son efectivas o no lo son, y ya está.

¿Estoy catalogando a otros? Probablemente sí, y quizá parezca feo. Pero es la realidad. Igual soy algo radical en esto, no sé… El caso es que podría decir, sin temor a equivocarme demasiado, quiénes, en mi grupo de amigos y conocidos, son efectivos y quiénes no.

La efectividad no es perfección

Queda claro que incluso personas muy eficaces y eficientes pueden tener un mal día. También hemos visto que ni un mal día ni un buen día van a cambiar lo que eres.

Ahora bien, hay que tener cuidado con un aspecto que suele dar lugar a errores. La efectividad no es perfección. Y tampoco se trata simplemente de hacer muchas cosas.

Cuando alguien piensa que es efectivo porque ha tachado un montón de tareas de su lista, se equivoca totalmente. Y son precisamente estos planteamientos los que llevan a la gente a desanimarse cuando tienen un mal día.

¡No! No se trata de hacer mucho. La efectividad debe tener un propósito. No se es más efectivo para poder meter más y más en la agenda, en una especie de “inflación de la efectividad”. Se es más efectivo para poder tener tiempo… ¿Y tiempo para qué? Pues para lo que quieras, hasta para perderlo, si es lo que te apetece.

La efectividad no trata de hacer más, sino de hacer menos, pero mejor. No es hacer mucho, sino vivir mucho.

La efectividad es buena cuando no olvida las cosas importantes de la vida, y una de ellas es la salud. A veces, el cuerpo te da señales. El cansancio te lo quita una buena siesta. Pero, ¿qué haces con el cansancio emocional?

En ocasiones, hay que parar y reflexionar. ¿Estás metiendo mucho en la agenda? ¿Te has comprometido a cosas que estaban por encima tuya? ¿Es simplemente una necesidad puntual de parar o necesitas ayuda profesional?

La clave está en el sistema

El hacer una reflexión profunda puede ayudar a continuar con normalidad, y dejar atrás esos días grises.

Aún así, las personas altamente efectivas saben que la clave está en tener un sistema de organización personal. Cuando tenemos claros los procesos a seguir, cuando volcamos nuestros pensamientos, proyectos y tareas en un sistema, en vez de mantenerlos en nuestra mente, es entonces cuando podemos tener un mal día sin sufrir. ¿Por qué? Porque todo sigue ahí, en nuestro sistema.


En resumidas cuentas, todos tenemos malos días. Y no pasa nada. Permite que esos días transcurran sin más. No fuerces la máquina. Para y descansa. Tómate tu tiempo. El mundo seguirá girando.

Tranquilo, tranquila… Respira… Es solo un mal día, no una mala vida. Clic para tuitear
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Sobre el autor

Jaír Amores
Mi nombre es Jaír y soy de la cosecha del 78. Estoy felizmente casado; tenemos dos preciosas hijas, y vivimos en Las Palmas de Gran Canaria, España. ¡Sí! ¡El paraíso! Desde muy chico, ya me atraía la efectividad. Disfrutaba haciéndome un horario, automatizando tareas. Y… no sé si a ti te ha ocurrido también: me daba cuenta de muchas cosas que podrían hacerse mejor. Me sigue pasando, por cierto. Estoy convencido de que la efectividad y la productividad personal son fundamentales, pero… sin olvidar las cosas importantes de la vida. Porque, ¿de qué serviría mejorar si no nos hace más felices?