Tres historias de chóferes

Chófer y limusina

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Hace poco, la cuenta de Twitter un shofe (tu shofe)  me sugirió un tema (por cierto, imaginate el nombre de este usuario dicho con acento sevillano). Obviamente, y arrimando el ascua a su sardina, dijo de hablar sobre los chóferes. Recogo el guante, con mucho gusto. 

Lo cierto es que los chóferes son, han sido, y serán parte de nuestra vida. Desde la guagua (como le dicen al bus en Canarias) que nos llevaba al colegio o al instituto, a la que nos lleva al trabajo; el taxi que usamos en ciudad, los conductores profesionales que llevan mercancías voluminosas o peligrosas… 

Niños subiendo a un bus escolar
Las guaguas nos acompañan desde pequeños

Sin duda, la vida no sería igual sin este tipo de buenos conductores. Pero, más allá de su trabajo, hay varias lecciones que he aprendido relacionadas con el mismo hilo “conductor” (jejeje), y que me gustaría compartir. 

Historia 1: La viejecita y las flores

Cuenta una historia (yo la leí en el blog “Dame tres minutos”) que cierto hombre viajaba todos los días a su trabajo en autobús. En una parada en concreto, se subía una viejecita que se sentaba junto a una ventana. Durante el trayecto, abría un saquito, y arrojaba algo afuera. 

El hombre preguntó qué era lo que tiraba, y la ancianita le dijo que eran semillas de flores. Le explicó que el camino estaba feo, y que le gustaría ver a los lados de la carretera, algunas flores más. 

El señor le replicó diciendo que, bueno, la mayoría de las semillas no crecerían, pero la señora le dijo que las que no iban a crecer nunca eran las que se guardaba para ella. Además, le dijo que ella hacía lo que estaba en sus manos. Que las plantas crecieran no era su trabajo. 

Tiempo después, yendo al trabajo, una vez más, recordemos, sentado en el bus, vio el camino lleno de flores. Entonces, se acordó de la viejecita. La buscó con la mirada, pero no la encontró. Preguntó al chófer, había fallecido hacía poco. 

El hombre regresó al asiento, en silencio, contemplando el paisaje. Entonces escuchó a una niñita que le decía a su mamá: “Mira, mami… ¡cuántas flores!”

Se cuenta que, desde aquel día, el hombre sube al autobús con una bolsa de semillas… que va esparciendo a lo largo del recorrido.

LECCIÓN: La vida consiste en plantar semillas. 

Abrir la mano y compartir semillas es dar vida

Historia 2: el taxista de lujo

La segunda historia de chóferes también la leí en otro blog: el de Superación personal minimalista.

Se trataba de un taxista, pero no uno cualquiera. El taxi estaba impecable. El chófer iba bien vestido, con camisa blanca, corbata… El taxista salió y abrió la puerta. Dijo “Soy Willy, su chófer”. Le entregó una tarjeta con su misión, mientras guardaba las maletas. 

“Mi Misión es llevar a mis clientes a su destino final de la manera más rápida, segura y económica brindándole un ambiente amigable”.

El taxista ofreció café. También tenía refresco, zumo y agua. Disponía del periódico del día y de revistas variadas. El chófer le listó las estaciones de radio disponibles, por si quería escuchar música. Preguntó si la temperatura del aire estaba bien, y, finalmente, explicó la ruta y le dio la opción de conversar o dejarle con sus meditaciones. 

Sorprendido, el cliente preguntó si siempre había actuado así, y por qué lo hacía. Willy dijo que no siempre había sido así. Antes pasaba la vida quejándose. Hasta que escuchó una frase:

“DEJA DE QUEJARTE. Sé diferente. No seas un pato. Sé un águila.”

Los patos siempre están haciendo ruido, mientras que las águilas se elevan por encima, silenciosas, elegantes, controlando lo que sucede a su alrededor. 

Desde entonces, Willy decidió hacer unos “pequeños” cambios. Ahora, dos años después, había cuadriplicado sus ingresos. Ya no buscaba clientes. Hacían reservas directamente con él. 

LECCIÓN: Tú decides ser mejor

Un águila sobrevolando el paisaje

Historia 3: la lluvia y la guagua

La tercera historia fue vivida en primera persona. Sucedió hace algún tiempo, en un viaje que hicimos en familia a Marruecos. Nos quedamos en un pueblo costero llamado Martil, cercano a Tetuán. Nos movíamos en taxi o en bus. 

Mientras nos llevaban de un sitio a otro, vivimos un montón de experiencias a cual más interesante. Pero me centraré en una de ellas. 

Uno de los días hubo lluvias torrenciales. No exagero. En la medina de Tetuán, la corriente se llevó a una niña, que, tristemente, falleció. (Corrijo: mi mujer me dice que fue en Tánger, y que no fue una niña, sino una mujer. Ella tiene mejor memoria). 

Cuando regresamos a la casa, en Martil, después de haber bajado del autocar, observábamos los destrozos de la lluvia. No eran charcos, eran lagos. Buscamos algún camino medianamente seco hasta la casa, pero no había manera. 

Entonces, el chófer paró a nuestro lado y nos preguntó a dónde ibamos. Le explicamos, nos dijo que subiéramos, y nos llevó prácticamente hasta la puerta, sin cobrarnos nada. No fue la única ni la más sorprendente muestra de calidad humana que vimos en Marruecos. Vivimos experiencias de esas que no salen bien en las fotos. Sin duda, un viaje para el recuerdo. 

LECCIÓN: Da más de lo que se te pide

Un bus en medio de la lluvia

Los chóferes y sus objetivos

Estas son solo tres historias cualquiera sobre chóferes.

No todos los conductores son igual de excelentes, claro está. Su objetivo es llevarnos a nuestro destino a tiempo. A veces, alguno se olvida de la misión principal, y se apura demasiado. Es normal, ellos también dan cuentas de su trabajo. Pero en su mayoría, son excelentes profesionales. Hay que decir que, siendo francos, no todo el mundo sirve para ese oficio. 

Piensa: ¿cuántas historias para contar tendrán los propios conductores? Y es que, aunque muchas veces ni nos demos cuenta, ahí están, llevándonos de un sitio a otro, sin quejarse, atentos a la carretera para que lleguemos a nuestros destinos sanos y salvos. Silenciosos, observando nuestras vidas pasar. Sonriendo, a veces llorando, con discreción, nuestras historias. 

Sirva este pequeño artículo como homenaje a los muchos conductores qe circulan  nuestro alrededor. Quizá, quién sabe, dentro de no mucho, no habrá nadie al volante. Por eso, la próxima vez que subas a un medio de transporte, ¡dale las gracias a tu chófer!

Salto de alegría o felicidad
Estilo de vida

El proceso MPS de la ciencia de la felicidad

Felicidad… No es sólo una palabra. Es un concepto que todo el mundo busca, pero pocos encuentran. Por eso suena interesante lo del «proceso» MPS y lo de la «ciencia» de la felicidad. Suena a una fórmula para ser felices. Ya sólo por eso, merece la pena saber más. Así que… ¡vamos allá! Hoy hablaremos de una forma efectiva de conseguir ser más felices: el proceso MPS.

Sobre el autor

Jaír Amores
Mi nombre es Jaír y soy de la cosecha del 78. Estoy felizmente casado; tenemos dos preciosas hijas, y vivimos en Las Palmas de Gran Canaria, España. ¡Sí! ¡El paraíso! Desde muy chico, ya me atraía la efectividad. Disfrutaba haciéndome un horario, automatizando tareas. Y… no sé si a ti te ha ocurrido también: me daba cuenta de muchas cosas que podrían hacerse mejor. Me sigue pasando, por cierto. Estoy convencido de que la efectividad y la productividad personal son fundamentales, pero… sin olvidar las cosas importantes de la vida. Porque, ¿de qué serviría mejorar si no nos hace más felices?