Recientemente, en una conversación con un gerente de un gran centro comercial, oí esta expresión varias veces: “Somos animales de costumbres”. El contexto de la frase tenía que ver con cómo interactúan los clientes cuando entran en una superficie comercial.
Un ejemplo sencillo. Aquí, en España, en muchos edificios de comercios, hay aparcamientos. Suele ocurrir que, cuando vas por primera vez, muy desorientado, por cierto, buscas el que crees, mejor hueco para aparcar. Bien… una pregunta: ¿dónde aparcarás la siguiente vez? Probablemente, en el mismo sitio, o lo más cerca posible. Y es que, “somos animales de costumbres”.

No se queda aquí la cosa. Mientras paseas por la zona comercial, ¿qué ruta escoges? Probablemente, la misma que has usado en anteriores ocasiones. Otra vez más, “animales de costumbres”.
¿Y a qué restaurantes vas? ¿Qué tiendas escoges? ¿Las mismas, verdad? Nos cuesta mucho salir de la rutina, y cambiar de forma consciente. Esto tiene que ver con la famosa resiliencia, entre otras cosas.
El tema está en que nuestro cerebro busca rutas rápidas y conocidas, porque cuanto más se repita una acción, más fácil será realizarla de nuevo.
Los centros comerciales y las costumbres
Bien, todo esto se sabe desde hace mucho. La cuestión es que los centros comerciales también lo saben.
Por ejemplo, en muchos aparcamientos se están instalando unas luces que te indican si el hueco está libre o no, dependiendo del color, verde o rojo. En ocasiones, observarás a agentes de seguridad desviando el tráfico dentro del recinto. También podrás ver que hay escaleras mecánicas, ascensores o accesos varios por los que, de pronto, un día, no se permite el paso.
Y ya, si eres muy observador y entiendes algo del tema, verás sensores de paso, cámaras con capacidad de reconocimiento de movimiento enfocadas en lugares estratégicos, y todo tipo de aparatitos extraños colocados en pasillos, techos y paredes.
¿Para qué?
¿Cuál es el objetivo de todo esto? ¿Ayudar a los clientes? ¿Evitar que haya aglomeraciones? Por supuesto que sí. Pero no podemos obviar que un centro comercial, una gran superficie, es eso: un comercio cuyo objetivo es VENDER. Casi siempre, además, venden deseos, no necesidades.
Y para eso, medirán y analizarán todos nuestros movimientos. Nos dirigirán a las tiendas que crean oportuno, cambiando nuestras rutas a conveniencia. Nos atraerán con luces y artilugios de todo tipo. Sonidos, olores, efectos… lo que haga falta para que lleguemos al punto escogido y saquemos la billetera del bolsillo.

Sí, nos encantan las rutinas, hábitos y costumbres. El problema está en que más de uno también piensa que somos “animales”, seres inferiores a los que se puede manejar sin que se enteren.
Por eso, la próxima vez que visites una gran superficie, recuerda que, igual, tú también podrías ser “un animal de costumbres”.
Solamente lo barato se compra con dinero – Facundo Cabral Clic para tuitear