¿Estás pasado por una situación que te está poniendo al límite? ¿Sientes que no puedes más, que ya no sabes cómo continuar? Si es así, probablemente te interese una cualidad muy interesante: la resiliencia. ¿Qué es la resiliencia? ¿Cómo ser más resilientes? ¿Qué beneficios tiene? En este artículo verás una definición diferente de la resiliencia, ejemplos prácticos, y 3 formas de mejorar la resiliencia, no solo para superar problemas extremos, sino para mejorar tu vida día a día.
Definición de resiliencia y etimología
¿Qué es resiliencia? La resiliencia es… bueno, sobre todo, una palabreja que queda muy bien, sobre todo últimamente. Parece que todo el mundo habla de tener resiliencia, de ser resilientes. No hay gurú que se precie que no patrocine las bondades de esta cualidad.
Una definición oficial, de un diccionario, sería:
“Capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos.”
La etimología de resiliencia (el origen de la palabra) también es curiosa. Viene del latín resilire, que significa saltar hacia atrás o rebotar. Quizá nos venga a la mente la idea de un muelle, un arco o un junco que es capaz de doblarse y volver a su posición original sin haber sufrido daños. El término se empezó a usar de forma relevante en 1973, en un artículo sobre el índice de recuperación de un ecosistema cuando le había afectado un desastre natural o una condición adversa.
Una definición distinta de resiliencia
¡Qué curioso! Si hemos oído a alguien hablar de la resiliencia, seguramente habrás entendido que se trata de la fortaleza de aquellas personas que pasan por un tráuma, y se recuperan. Quizás un accidente, la pérdida de un familiar, una enfermedad grave. Pero… ¿son estas personas resilientes realmente? Bueno… probablemente sí. Pero, fijémonos en la definición. La resiliencia es una “capacidad”.
Por ilustrarlo de algún modo: un vehículo puede tener la capacidad de correr a 250 km/h. Se sabe porque se ha fabricado con unas carácterísticas, se ha testeado… etc. Ahora tu te compras ese coche. ¿Circulas siempre a 250 km/h? ¡No! Serías un insensato si hicieras eso. Pero, si en un momento dado, por alguna razón que no se me ocurre, necesitaras toda la potencia del coche, sabrías que puede ponerse a 250 km/h.
Lo mismo sucede con la resiliencia. Es una capacidad. Hay que tenerla, aunque no se use. Después, en el momento de la verdad, nos vendrá muy bien para sobrellevar una tragedia. No lo haremos porque no nos queda más remedio, sino porque estamos preparados. Tampoco tiene que ser un desastre absoluto lo que nos lleve a usar nuestra capacidad. Nos va a venir muy bien en multitud de circunstancias no tan transcendentes.
Por eso… seamos efectivos: ¿cómo podemos ser más resilientes?
La resiliencia y la forma como aprendemos
Déjame que te explique algo interesante sobre el cerebro.
Imagina un desierto. En una esquina del desierto hay una cabaña, y en ella hay un señor que hace zapatos. En la otra esquina, hay otro señor que necesita unos zapatos. Así que, empieza a caminar, llega a la otra cabaña, y compra unos zapatos.
Bien… va pasando el tiempo, y el desierto se va convirtiendo poco a poco en una jungla. Al mismo tiempo, cada vez, hay más cabañas y más señores que hacen cosas. La primera vez que el señor que necesitaba unos zapatos salió, no tuvo dificultad en llegar a su destino. Pero ahora, con tanta maleza, cada personita que sale, debe ir cortando ramas para avanzar.
Pasa más tiempo, y el paisaje se va transformado, Así que, si ahora nos elevamos, y vemos esa jungla desde arriba, veremos un montón de vegetación, unas cabañitas, y unos señores que van caminando con prisa por unos caminos bien definidos en medio de la jungla. Cuanto más caminan y cuanto más crece la vegetación, mas claros son los caminos, y más difícil es salirse de ellos.
Bueno… pues eso es nuestro cerebro. Cuando somos pequeños, es como un desierto. Vamos aprendiendo funciones, y se van formando sinapsis, conexiones neuronales, intercambios químicos, etc. Cuando aprendemos un proceso, solemos repetirlo de la misma manera (patrón neuronal), y se forma un esquema que es como un camino en medio de la jungla.
Hacer lo mismo es fácil, pero si un día, quieres hacerlo distinto, si quieres cambiar una acción o hasta un pensamiento repetitivo, va a ser como caminar en una jungla campo a través.
La resiliencia es la capacidad de caminar en mitad de la jungla sin esfuerzo, adaptándose al medio, transformándose, y cambiando de hábitos y de costumbres cuando sea necesario. Clic para tuitearEn este video, se da una explicación sencilla de cómo se forman las conexiones neuronales:
Cómo ser más resilientes
¡Vale! Vamos llegando a una conclusión interesante. La resiliencia es la capacidad de cambiar sin esfuerzo. ¿Y cómo se hace eso?
Hay cualidades afines a la resiliencia que pueden ayudar. Creatividad, independencia, introspección, iniciativa, capacidad de relacionarse, tener buen humor, moralidad, pensamiento crítico y curiosidad.
La persona resiliente debe aceptar que los cambios son inevitables en la vida. Intenta centrarse en lo positivo, y no mira demasiado al pasado.
¿Quieres algo más práctico? Intenta crear desde ya, variedad de caminos o rutas neuronales. Es decir, no hagas siempre las cosas igual.
Por supuesto, no elimines los buenos hábitos, como hacer ejercicio, leer, o alimentarte bien (no estoy seguro de qué es esto último). La cuestión no es cambiar por cambiar o por obligación. Es cambiar para progresar, para descubrir sitios nuevos, metas o deseos.
Propongo algunas cosas que se podrían hacer. Deberíamos empezar por cambios que no tengan mucha importancia, que no nos vayan a cambiar la vida.
Podríamos dividir el periodo de implementación de la resiliencia en tres fases:
1ª fase para ser más resiliente
En una primera fase, podríamos empezar por practicar pequeños cambios sin importancia. Algunos ejemplos:
- Escribir con la otra mano
- Dormir en otro lado de la cama
- Ir por otro camino al trabajo o al colegio
- Hacer algo distinto a ver la tele
- Estudiar en un sitio distinto
- Ir a pasear a otro sitio distinto
- Ir a un restaurante distinto (mejor; cocinar en casa)
- Apagar el móvil durante un par de horas, no leer el periodico una semana.
2ª fase para ser más resiliente
Una vez nos hayamos acostumbrado a hacer pequeños cambios en nuestras rutinas, podemos comenzar con una fase más profunda. Estos cambios si serán más profundos y duraderos. Por ejemplo, podríamos probar las siguientes cosas:
- Ir a otro sitio de vacaciones
- Cuando estemos con un grupo, conocer a alguien nuevo
- Estudiar un idioma
- Aprender un oficio nuevo
- Desarrollar un hobbie nuevo.
- Hacer un curso online. (Te recomiendo el curso del método C.A.R., un curso de productividad personal marca de la casa)
3ª fase para ser más resiliente
Después de haber practicado en las dos fases iniciales, habremos mejorado la resiliencia hasta el punto de poder realizar cambios sustanciales en nuestra vida. Algunos ejemplos serían:
- Cambiar de coche (si el presupuesto nos lo permite)
- Buscar un nuevo trabajo (para mejor, por supuesto)
- Iniciar un proyecto personal
- Cambiar de vivienda
- Ir a vivir a otra ciudad o país.
¿Has notado por qué están en negrita algunas palabras? En todos los casos, mejorar la resiliencia requiere algo distinto, pero sobre todo… acción, movimiento.
Seguro que se te ocurren otras ideas que añadir a las diferentes fases.
Apuntemos en una lista las cosas que queremos cambiar, y que, quizás, no nos hemos atrevido hasta ahora. Empecemos por poquito, y vayamos aumentando el nivel de dificultad.
Es muy probable que, cada vez más, nos guste cambiar. Es posible que algunos de los cambios no nos vayan muy bien, pero hasta en esos momentos, estaremos aprendiendo valiosas lecciones.
Para qué nos servirá ser resilientes
Una vez que hemos adquirido esta capacidad -la famosa resiliencia- estaremos preparados para afrontar cualquier cambio. Tendremos muchas más posibilidades de afrontar con garantías una desgracia personal o familiar.
Me gustó mucho algo que leí en un artículo sobre ser resilientes. Decía: “Para las personas resilientes no existe una vida dura, sino situaciones, que, aunque difíciles, representan una forma de aprender y crecer”.
La vida es como un libro
En relación a la resiliencia y a eso de ir escribiendo lo que hacemos, redacté hace tiempo una especie de poema comparando nuestra vida a un libro.
Mientras vamos viviendo, vamos escribiendo un libro. Algunos, escriben más de uno, y hasta algún valiente, un resumen condimentado de sus memorias.
Pero el libro real, el libro de vida, ese que dice lo que tú eres, es maleable. Puedes escribir en él lo que quieras, o re-escribir, si una historia te gustó.
Puedes subrayar lo que te plazca, agregar páginas, arrancar las que duelan, y dejar una en blanco por si acaso.
Nadie lo leerá entero, unos un solo capítulo. Otros, alguno más. Habrá quien quiera escribir en tu libro, copiarlo, o incluso atribuírselo. Intentarán tachar lo que no les gusta. Habrá quien entienda otra cosa distinta, o quien no lo entienda, porque no está escrito en su idioma.
Tranquilo.
Tranquila.
Es TU libro.
Cambiar enriquece la vida
Al ser más resilientes, aprendemos que no todo tiene que hacerse de la misma manera para que esté bien. Descubrimos cosas nuevas, saciamos nuestra curiosidad.
Si me permites, es decir, si sigues leyendo, me gustaría contarte una anécdota que demuestra cómo ser más resilientes mejora la vida.
En varias ocasiones fuimos a pasear a un lugar impresionante, aquí, en Gran Canaria. Es un roque que se puede “escalar” fácilmente, sin riesgo. Una vez arriba, estás en una plataforma de unos metros de diametro, desde donde puedes contemplar unas vistas espectaculares. Repetimos el camino en un par de ocasiones, y llevamos gente con nosotros para enseñarles el sitio.
El hecho de ir ya era una experiencia en sí misma. Pero un día, un amigo, de pronto dijo: “¿Y si le damos la vuelta al roque?”. Pensamos… “¿Y se podrá hacer?”. Bueno, dijo él: “¡Vamos a intentarlo!”. Así que empezamos a trepar y saltar buscando una ruta, y, al final, conseguimos dar la vuelta al roque en la parte de la base.
En una rutita de unos cuantos minutos, encontramos un naciente de agua, vimos otras perspectivas de la zona, y de regalo, descubrimos una cueva, donde seguramente pasaban las noches los pastores transhumantes. En dicha cueva, con vistas al acantilado, se podía perfectamente quedar una familia con unos sacos de dormir. ¡Menudo descubrimiento!
Y todo por… sí… por salirse del camino. ¡Esa es la filosofía de la resiliencia! SALIRSE DEL CAMINO.
¿Qué te ha parecido esta definición de resiliencia? ¿Se te ocurren más formas de mejorar tu resiliencia? Por cierto, ahora que lo pienso, si no lo has hecho nunca, participar en los comentarios es una forma sencilla y práctica de mejorar tu resiliencia.
Sea como sea, piensa que lo único que permanece en esta vida, es el cambio. Así que cuanto más resilientes seamos, mejor nos irá.
Lo único constante es el cambio ~ Heráclito Clic para tuitear