Hace unos días, me llamó la atención una noticia publicada en el periódico El País. En casa no vemos las noticias, y tampoco le hago mucho caso a los periódicos. Cuando me animo a ver lo que pasa por ahí, uso la versión digital de este periódico nacional.
La verdad es que los perídicos cada vez son más sensacionalistas, y también más parecidos a un blog-multitemático sustentado por la publicidad, que a un noticiario, propiamente dicho.
Prueba de ello es la “noticia” de una mujer incapaz de sentir dolor. En realidad, los casos de personas que no sienten dolor están documentados desde hace mucho tiempo. Quizá este caso sea novedoso por alguna razón técnica que se me escapa. Pero vamos con la noticia: Se trata de una británica de 66 años llamada Jo Cameron.

El problema del dolor
La mujer acudió al hospital Raigmore de Inverness a que le practicaran una extracción de un hueso de la muñeca. Le dijo al anestesista, el Dr. Devjit Srivastava, que no hacía falta la anestesia, porque no sentía dolor.
Efectivamente, así era. Según los científicos que la estudiaron posteriormente, Jo Cameron es una mujer “dicharachera, feliz, optimista y con insensibilidad al dolor”. Parece ser que el “problema” de la pobrecita señora, es que su cerebro tiene el doble de cannabinoides endógenos. En particular, un compuesto llamado Anandamina, y que se cree causante de la sensación de felicidad.
Sí, has leído bien: cannabinoides. Los efectos de este compuesto son similares a los de otra señora: la María. Por supuesto, nada tiene que ver una cosa con la otra.
No todo es felicidad
El tema es que, a pesar de su felicidad exorbitada y de su optimismo ilimitado, Cameron no considera que su singularidad sea del todo buena.
Por ejemplo, cuenta que a otros se le hace difícil estar con una persona tan positiva. Además, sufre quemaduras y lesiones constantes, ya que no se entera del dolor. Tampoco tiene afinados algunos sentidos, como el del gusto. En una prueba, le dieron a comer pimientas ultra-picantes, y ni se inmutó.

Así que aquí viene mi reflexión. En la vida actual, no todo es de color de rosa. Hay cosas bonitas, y también cosas feas. Y estamos preparados para sentir todo eso.
Sin embargo, existen algunas corrientes de pensamiento que invitan a la gente a ignorar todo lo malo. Usan frases como “No hagas nada que no te haga feliz”, o “Enfócate solo en lo que te lleve a tus resultados”. ¿Por qué? “Porque tú te lo mereces”, “El universo te lo debe”.
El equilibrio del dolor
En este afán por buscar la felicidad a la fuerza, muchos evitan los sentimientos negativos, como la tristeza. Al igual que no sentir dolor es una deficiencia en la química del cerebro, estar siempre triste, también lo es. Y tanto una como otra, probablemente requieran de tratamiento por parte de especialistas.
Además, está claro que lo suyo es estar alegres y ser positivos. Pero, ¿debemos obviar los momentos de dolor o de tristeza? ¿No es acaso señal de humanidad llorar alguna vez? ¿Cómo se sentirán los demás si nos negamos a compartir su pesar? ¿Es realmente consecuente borrar de la memoria todo lo malo que nos sucedió sin siquiera aprender de ello?
No soy psicólogo, ni lo pretendo. Pero creo que los extremos no son buenos, en casi nada. Sumirse en la tristeza no puede ser bueno. Hacerse el víctima puede llegar a ser una adicción. Por otro lado, sentirse tristes alguna vez, sobre todo cuando hay razón para ello, es algo normal, y lógico.
Por lo general, deseamos liberarnos de las sensaciones desagradables con tanta urgencia que no nos da tiempo a descubrir de dónde proceden.- Gueshe Gyatso Clic para tuitearLa efectividad y el dolor
La persona efectiva es también aquella que sabe dedicar tiempo a la reflexión, a veces con lágrimas, para aprender lecciones y proponerse metas que le lleven a mejorar.
Una vez más, creo, el equilibrio entre los términos es la ecuación correcta.
¿Y tú? ¿Cómo lo ves?
El verdadero dolor, el que nos hace sufrir profundamente, hace a veces serio y constante hasta al hombre irreflexivo; incluso los pobres de espíritu se vuelven más inteligentes después de un gran dolor. – Fiodor Dostoievski Clic para tuitear