Muchas veces, los que somos padres, usamos un recurso para convencer a nuestros hijos. Les recordamos que lo que les decimos, no es para fastidiar, ni para herirles, sino para su bien. ¿Te suena haber dicho algo parecido o te lo han dicho a ti?
El hecho de afirmar que intentamos enseñar algo por el bien de la otra persona, me dio que pensar. Y es que no todas las personas enseñan por los mismos motivos.
Por ejemplo, hay quien enseña porque es su trabajo. Desgraciadamente, en los países donde los educadores son funcionarios públicos, se da este caso con más frecuencia de la que nos gustaría.
Otros enseñan directamente por dinero. Este es el caso de algunos infoproductores, que publican cursos de baja calidad con el objetivo directo de vivir de ello.
También hay quien enseña porque no le queda más remedio, como el empleado al que le exigen formar a un nuevo compañero.
Otros enseñan para manipular y obtener algún beneficio. Esta es la motivación detrás de mucha de la información que consumimos en redes sociales o en medios públicos.
Una motivación más: el ego. Está quien quiere enseñar solo para sentirse bien, para parecer el más listo de la clase.
Como puedes ver, hay motivaciones varias para enseñar a otros. Pero ninguna comparable al amor de unos padres hacia sus hijos. Quizá no sean los mejores comunicadores, y seguro que se equivocan muchas veces, pero, salvo excepciones, enseñan para el bien de sus retoños.
Claro, es posible que nos intenten enseñar por varias razones a mismo tiempo. Lo que está claro es que hay que tener mucho cuidado, pues no todos te intentarán enseñar para tu bien, y percibir esa motivación será clave para evitar que te engañen, te manipulen, o te dañen.