No sé si tú también. Yo he dicho esta expresión muchas veces. Te cuentan algo que te enfada, te frustra, así que dices: «La verdad, no sé si reír o llorar».
Y la pregunta es, ¿sirve de algo una u otra cosa? ¿cambiará la situación el que te rías o el que llores? Al final son expresiones externas de emociones intensas. Así que, haz lo que quieras. ¿Tienes ganas de reír? Hazlo. ¿Te dan ganas de llorar? Llora.
Probablemente todo se quede en una expresión. No conozco a nadie que después de decir eso de «no sé si reír o llorar», medite unos segundos, decida y se ponga a llorar o a reír literalmente. Bueno… los bebés sí hacen eso, lo que no avisan antes. Seguramente has visto a algún bebé muerto de sueño, que de pronto se ríe, como de pronto llora.
Séneca, en su libro «Sobre la tranquilidad del espíritu» (15.2), dejó escrito: «[Heráclito] cada vez que se presentaba en público, lloraba, [Demócrito] reía; a éste todo lo que hacemos le parecía una desgracia, a aquél una estupidez.»
A los estóicos les parecía indiferente si alguien lloraba o reía, pues eso no cambiaba mucho lo que ocurría.
Sí, por supuesto, llorar o reír, sobre todo cuando estas acciones no encajan en la lógica de una conversación, puede provocar reacciones, pero poco influirá en el hecho que provocó la risa o el llanto.
Así que la cuestión no es desahogarte, sino qué vas a hacer para cambiar eso.