“A quien madruga, Dios le ayuda”. Esta frase tiene su antítesis, su álter ego, su villano: “No por mucho madrugar, amanece más temprano”. ¡Vaya! Parece que el refranero también tiene contradicciones.
De entrada, lo de que Dios te ayuda si madrugas suena un poco difícil de creer. Y no, no voy a entrar aquí en la existencia de Dios, no van los tiros por ahí. Pongamos un ejemplo: Mi deseo es robar un banco mañana tempranito. Soy muy malo, estoy muy loco, y no me importa usar la fuerza. Y si veo a una ancianita en el pasillo, le quitaré el dinero a ella también.
Bien, me pongo una alarma antes de que amanezca. Me levanto temprano, pero… ¿me va a ayudar Dios a cometer mi fechoría por madrugar? Lo dudo mucho.
Además, la otra frase nos da un poco de cordura. “No por mucho madrugar, amanece más temprano”. Esto es un hecho absoluto. Hay un horario para la salida y la puesta del sol, y es definitivo. Ya puedes levantarte 3 días antes, que amanecerá a la misma hora.

Entonces, ¿qué hacemos? ¿Madrugamos o no?
Ya hablamos en su día aquí del ritual mañanero. Según todos los expertos en efectividad, productividad personal y todo esto, hay muchas ventajas en levantarse temprano. Esto no es nada nuevo. Ya en tiempos remotos, los ejércitos hacían que sus soldados bebiesen agua antes de dormir, para que se levantaran cuando todavía era de noche.
La propia naturaleza nos enseña. Si no fuera por las luces artificiales y nuestras prisas por vivir, lo lógico sería acostarse cuando se va la luz, y levantarse con los primeros rayos de sol.
Además, si tienes preocupaciones, tu mente te despertará antes de tiempo. Incluso, cuando tienes programado algo “gordo”, y no me refiero a atracar bancos, sino a cosas más lícitas, como un viaje, probablemente te despertarás antes de la hora prevista. ¿Te ha pasado eso alguna vez? Crees que se te ha hecho tarde, miras el reloj, y te das cuenta que todavía no es la hora para levantarte. Y así, unas cuantas veces.

Por otro lado, madrugar tiene sus pros. La mañana es un buen momento para leer y meditar. Al levantarte una hora antes, puedes trabajar en proyectos paralelos. También puedes realizar actividades con relativa tranquilidad, te ahorras atascos en carretera, y también hay pocos policías a esa hora, jejeje.
Claro, irse a los extremos es un error. He oído de gente que te dice con orgullo que se levanta a las 4 de la mañana. Lo que no te suelen decir es que se acuestan a las 8, o como se dice en algunos lares: “se van a dormir con las gallinas”. Y es que, dormir es sagrado, de eso no nos libramos.
Dependiendo de tu trabajo, es posible que te interese madrugar. Ahora bien: ¿de qué te sirve hacerlo si vives solo, trabajas desde casa, y no puedes empezar a laborar antes de las 10 de la mañana?

La productividad, o efectividad, como la entendemos aquí, no es rizar el rizo. Tampoco es guiarse por métricas absurdas, ni cambiar de procedimientos como si fuéramos veletas, dependiendo de lo que ha dicho el gurú de turno. La efectividad no va de imitar a otros. No, Dios no te va ayudar simplemente porque madrugues, y va a amanecer a la hora prevista, ni un minuto antes.
Así que antes de poner la alarma de mañana, piensa si esa hora es la más efectiva PARA TI.
El pájaro madrugador se queda con el gusano, pero es el segundo ratón el que consigue el queso – Steven Alexander Wright Clic para tuitear