Antes de comenzar, me gustaría pedirte una cosa sencilla: durante el próximo minuto intenta pensar en lo que quieras, menos en un oso polar blanco.
¿Qué ha pasado? ¿Has pensado o no? Seguramente se te ha pasado por la cabeza la imagen. No tenías que hacerlo, pero probablemente lo hiciste, aunque solo fuera por una fracción de segundo.
Y es que el cerebro no entiende el no. Peor, el no da realidad al asunto.
El experimento del Dr. Daniel Wegner
La explicación técnica viene del doctor Daniel Wegner. Él lo llamó mecanismo de control mental irónico bimodal. Este doctor realizó un experimento en la Universidad de Harvard en el año 1987. A su vez, la idea proviene del escritor ruso Fiódor Dostoyevski, quien escribió:
“Intente imponerse la tarea de no pensar en un oso polar y verá al maldito animal a cada minuto”
Notas de invierno sobre impresiones de verano
El experimento consistía en lo siguiente: Se pidió a un grupo de participantes que pensaran en lo que quisieran durante 5 minutos, menos… en un oso polar. Cada vez que visualizaran el oso polar debían tocar una campana. Como promedio, los participantes tocaban la campana en menos de un minuto.
A continuación, se pidió a ese miso grupo que pensaran en un oso polar. Además, se pidió a un segundo grupo (que no había participado en la primera prueba) exactamente lo mismo: que pensaran en un oso polar. Una vez más, los del primer grupo pensaron más veces en el oso blanco que los del segundo grupo.
¿Conclusión? A pesar de las claras instrucciones, el oso aparecía una y otra vez en sus mentes, incluso más veces que si te dijeran que pienses en él.
Por cierto, en el video de abajo puedes ver una campaña publicitaria que usó este efecto de no pensar en el oso blanco.
¿Qué silla?
Hay otro ejemplo interesante que confirma esto. Cierto profesor de psicología pidió a sus alumnos que intentaran demostrar que la silla que tenía delante no existía. Los alumnos tiraron mano de relativismo, existencialismo, y todas las demás cosas acabadas en «ismo» que habían aprendido. Al final, un alumno dijo: «Profesor… ¿qué silla?».
¡Esa era la respuesta correcta! Todo intento por demostrar que la silla no existía, en realidad, confirmaba su existencia. Así que la única posibilidad era ignorar la silla.
Y lo mismo ocurre con nuestro cerebro. Es como cuando dices eso de «No quiero llegar tarde». ¿Qué ocurre muchas veces? Que llegas tarde. «No quiero volver a enfadarme con mi pareja». ¿Qué pasa al final? Vuelves a enfadarte.
El cerebro funciona en modo visual
¿Por qué ocurre todo esto? La razón está en que nuestro cerebro funciona en modo visual. Al «traducir» cualquier expresión, lo que hace el cerebro es dibujar un concepto, imaginarlo de forma gráfica. Las partículas pequeñas no siempre se traducen, pero sí ocurre con todo lo demás.
Así, cuando tú dices «No quiero llegar tarde«, el cerebro te imagina llegando tarde. Y eso lo que hace es potenciar precisamente aquello que no querías. Es como lo del oso… «No pienses en un oso blanco». Pero inevitablemente, para entender lo que se pide, el cerebro debe imaginar un oso blanco. Como decía cierta frase: «Intentar no pensar, es pensar dos veces».
¿Será por eso por lo que los niños no entienden el «no»? Como cuando le dices: «¡No corras!», y corre…
Hay quien dice que este funcionamiento de nuestra mente explica lo de la «profecía auto-cumplida«, o el reforzamiento de conductas insanas.
El caso es que, en muchos casos, para que algo te deje de agobiar, lo que hay que hacer es dejar de luchar contra esos pensamientos que te agobian. Simplemente, hay que vivirlos, y cuando llegue el momento, dejarlos ir.
De todas formas, siguiendo con lo de que nuestro cerebro no reconoce el «no», sí me gustaría hacer una apreciación antes de proseguir. Según algunos estudios, nuestra mente omite el 50% de los «nos» que escucha.
¿Cómo aprovechamos esto a nuestro favor?
Una idea es usar el sí mejor que el no. Se oye mucho esto de la asertividad y de aprender a decir que no. Por ejemplo, está muy de moda la idea de decir «no» a todo lo que no encaje con tus intereses. A mí, francamente, me suena un poco egoísta. Pero es que además, viendo el efecto del oso blanco, quizá sea mucho más rentable aprender a decir sí.
Por otro lado, a la hora de expresar intenciones, es mucho mejor transformar las frases en positivo. En vez de decir «no quiero llegar tarde», es más efectivo decir «quiero llegar pronto». La diferencia visual es enorme. Nuestro cerebro, en vez de imaginarse llegando tarde, se imaginará llegando pronto. Y esa visualización nos ayudará a lograr nuestro deseo.
Evidentemente, las cosas no suceden porque las imagines. Para lograr objetivos, debes usar criterios SMART, y realizar esfuerzos inteligentes.
Lo que no queremos es que nos pase como al señor Tolstoi. Según cuentan, su hermano le dijo: «Quédate en el rincón hasta que dejes de pensar en el oso blanco». Parece ser que ahí estuvo durante horas.
En vez de eso, queremos controlar nuestro cerebro. Evidentemente, no podemos dejar de decir «no». Y tampoco podremos controlar nuestra mente del todo, pero al menos ahora sabemos la diferencia entre usar el sí y usar el no.
No digas "no puedo" ni en broma, porque el subconsciente no tiene sentido del humor, y lo tomará en serio – Fecundo Cabral Clic para tuitear