Las 5 leyes básicas de la estupidez humana

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¿Te gustaría saber por qué el mundo va como va? Bien, pues es fácil. Todo se resume a un único problema: la estupidez humana.

En 1976, Carlo María Cipolla escribió un ensayo que llegó a convertirse en una de las mejores sátiras escritas nunca. Al principio, el autor escribió un ensayo limitado solo para sus allegados. En 1988, dado el éxito que generó, decidió publicarlo.

Las 5 leyes de la estupidez humana

Según este autor, la gente estúpida es en realidad un conjunto de personas que ejercen más poder que la mafia, los militares o los políticos. Aunque no tienen reglamentación, están tremendamente coordinados gracias a una serie de comportamientos que él define en 5 leyes:

  1. Siempre e inevitablemente cualquiera de nosotros subestima el número de individuos estúpidos en circulación.
  2. La probabilidad de que una persona dada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica propia de dicha persona.
  3. Una persona es estúpida si causa daño a otras personas o grupo de personas sin obtener ella ganancia personal alguna, o, incluso peor, provocándose daño a sí misma en el proceso.
  4. Las personas no estúpidas siempre subestiman el potencial dañino de la gente estúpida; constantemente olvidan que en cualquier momento, en cualquier lugar y en cualquier circunstancia, asociarse con individuos estúpidos constituye invariablemente un error costoso.
  5. Una persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que puede existir.

Examinemos más de cerca las 5 leyes a ver si sacamos algo en claro:

1. Siempre e inevitablemente cualquiera de nosotros subestima el número de individuos estúpidos en circulación

La primera ley me recordó a una frase que un compañero de trabajo me dijo una vez. Todo serio, se acercó al oído y me susurró: «¿Sabes? Cada día que amanece, el numero de tontos crece».

Según esta primera declaración, cualquier cálculo sobre la cantidad de personas estúpidas se quedará corto.

Además, personas que consideras inteligentes se comportarán como estúpidos, dejándote una enorme frustración. «¿Cómo no me había dado cuenta antes?».

Otra aplicación de la primera ley es que alguien estúpido puede aparecer repentinamente en cualquier sitio, pero sobre todo en los momentos más inconvenientes, y en los lugares más improbables.

2. La probabilidad de que una persona dada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica propia de dicha persona

En esta segunda ley, el autor se maravilla con el poder de la naturaleza. De forma asombrosa, la proporción de estupidez se mantiene constante. Da igual que se trate de hombres o mujeres, niños o ancianos. Ni importa que sean personas con pocos recursos, con un acceso deficiente a la educación, o cualquier tipo de categorización que alguien quiera hacer. Siempre habrá un número considerable de estúpidos en ese grupo.

Es, sin duda, un auténtico milagro.

Esta ley nos desalienta de una forma de pensar bastante común. Hay quien piensa que acceder a determinado grupo de personas te librará de tratar con estúpidos. Pero en realidad, da igual si te vas a un monasterio de clausura o si accedes a un club de millonarios. Allí también habrá una mayoría de estúpidos en igual proporción que en el resto de grupos.

3. Una persona es estúpida si causa daño a otras personas o grupo de personas sin obtener ella ganancia personal alguna, o incluso peor, provocándose daño a sí misma en el proceso

La tercera ley es considerada la ley de oro.

Además de las 5 leyes, Cipolla clasifica a las personas en 4 tipos, siendo los estúpidos el grupo más numeroso con diferencia. Para lograr esta clasificación, el autor usa un cuadrante basado en el beneficio propio y ajeno.

  1. INTELIGENTES: benefician a los demás y a sí mismos.
  2. INCAUTOS (desgraciados): benefician a los demás y se perjudican a sí mismos.
  3. ESTÚPIDOS: perjudican a los demás y a sí mismos.
  4. MALVADOS (bandidos): perjudican a los demás y se benefician a sí mismos.
De Wiki LIC – Trabajo propio, CC BY-SA 4.0

Viendo este esquema uno se pregunta si realmente se puede escapar de la estupidez. Cualquiera de los 4 comportamientos es estúpido. Podríamos pensar que el «inteligente» se salva, pero en un mundo rodeado de estúpidos, buscar el beneficio común es en realidad una soberana tontería. Dicho de forma más simple, «tonto el último».

Además… ¡ojo! Cualquiera puede moverse de pronto de una zona del cuadrante a otra.

4. Las personas no estúpidas siempre subestiman el potencial dañino de la gente estúpida

Es obvio que alguien incauto se dejará seducir por un estúpido. Lo realmente asombroso es que las personas inteligentes caigan en las manos de los estúpidos.

A veces, por ejemplo, alguien inteligente intenta manipular a alguien estúpido para lograr un bien mayor. ¡Pobre inconsciente! En vista del comportamiento imprevisible de la estupidez, el resultado suele ser un desastre. Además, el estúpido se ve alentado por haber recibido un plus de capacidad para lograr sus fines.

Como bien dice el autor, «a lo largo de siglos y milenios, tanto en la vida pública como en la privada, innumerables personas no han tenido en cuenta la Cuarta Ley Básica y el fracaso ha causado a la humanidad pérdidas incalculables.»

5. Una persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que puede existir

Si volvemos al cuadrante, veremos que tanto los incautos, como los estúpidos y los bandidos, perjudican de alguna manera a la sociedad. Pero si nos fijamos, veremos que el estúpido es el que más perjudica, pues lo hace por partida doble: a sí mismo y a otros.

Las acciones del bandido y del incauto no modifican el bienestar del conjunto de la sociedad. Son simplemente transferencias, normalmente, económicas. Sin embargo, el estúpido sí cambia la situación, por supuesto, a peor.

Como explican las leyes anteriores, la estupidez humana es muy peligrosa porque no se la ve venir y se esconde en cualquier nivel social. Además, es capaz de transformarse (alguien inteligente puede comportarse de forma estúpida en cualquier momento).

Por eso la estupidez es tan peligrosa. Además, no olvidemos que es el grupo más numeroso con diferencia.

Cómo defenderse de la estupidez humana

Se da por sentado que ni el autor ni sus lectores, ni tú ni yo, somos estúpidos (aunque la primera ley diga lo contrario). Así que una pregunta interesante es cómo podemos defendernos.

Lo primero, para ser personas efectivas, debemos estar siempre vigilantes. Cualquier debilidad nos puede llevar a pasar al grupo de los estúpidos. La efectividad personal consiste en procurar seguir mejorando. Mientras sigamos empeñados en ello, la estupidez no nos podrá vencer. (Creo)

Además, dado que los ataques de los estúpidos son irracionales y carentes de cualquier organización, es difícil combatirlos. Dice el autor:

El hecho de que la actividad y los movimientos de una criatura estúpida sean absolutamente erráticos e irracionales no solo hace que la defensa sea problemática, sino que también hace que cualquier contraataque sea extremadamente difícil, como intentar disparar a un objeto que es capaz de realizar los movimientos más inverosímiles e inimaginables. 

Como también dijo Mark Twain, «nunca discutas con un ignorante, te hará descender a su nivel y ahí te vencerá por experiencia”.

Así que la clave está en alejarse al máximo de la estupidez. Eso, o ceder. «Si no puedes vencer a tu enemigo, únete a él».

Obviamente, como se explicó al principio, estas 5 leyes son una sátira. No hay que tomárselas demasiado en serio. ¿O tal vez sí?


*Imagen de cabecera: Reimund Bertrams en Pixabay

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Sobre el autor

Jaír Amores
Mi nombre es Jaír y soy de la cosecha del 78. Estoy felizmente casado; tenemos dos preciosas hijas, y vivimos en Las Palmas de Gran Canaria, España. ¡Sí! ¡El paraíso! Desde muy chico, ya me atraía la efectividad. Disfrutaba haciéndome un horario, automatizando tareas. Y… no sé si a ti te ha ocurrido también: me daba cuenta de muchas cosas que podrían hacerse mejor. Me sigue pasando, por cierto. Estoy convencido de que la efectividad y la productividad personal son fundamentales, pero… sin olvidar las cosas importantes de la vida. Porque, ¿de qué serviría mejorar si no nos hace más felices?