Hace unos años, tuvimos la oportunidad de visitar el museo británico junto con unos amigos. Nos encantó. Vimos muchas cosas bonitas y aprendimos cosas nuevas.
Algo que se me quedó grabado, y que cambió mi forma de vivir (al menos un poco), fue una mesa que estaba en una exposición temporal.
La exposición trataba sobre la vida y la muerte. Y la mesa se llamaba: “De la cuna a la tumba (Cradle to grave)”.

La mesa tenía 13 metros de largo y estaba dividida en dos secciones horizontales paralelas. En una, pegados a una especie de gasa, estaban todas las medicinas que se tomaba un hombre a lo largo de su vida. En la otra, lo mismo, pero con una mujer. Curiosamente, la gasa de la mujer superaba los 13 metros y estaba enrollada al final de la mesa.
El objetivo de los autores fue reflejar de forma visual la cantidad de medicinas que se toma un ser humano promedio en el siglo XX. Tardaron 3 años en investigar y realizar su obra.
*Si quieres más información, puedes visitar este artículo: De la cuna a la tumba: un recorrido por los fármacos de nuestra vida
¿De verdad necesito tantas medicinas?

Cuando uno ve esa imágen en conjunto, se pregunta: ¿de verdad necesito tantas medicinas?
No estoy en contra de la medicina ni de los médicos… ni muchísimo menos. Sin embargo, aquella exposición me recordó un par de cosas.
Primero: la medicina no te permite vivir para siempre.
Segundo: tomamos muchas medicinas, y, en bastantes casos, de forma innecesaria.
Tercero: la calidad de nuestra vida (en lo relacionado con la salud) se puede medir viendo la cantidad de medicinas que tomamos.
Como decía al principio, aquella exposición me marcó. Ya de antes era de ir poco al médico, y de tomar pocas medicinas (en comparación con lo habitual). Pero después de aquella “visión”, dejé de tomar fármacos, a menos que fuese totalmente necesario.
Cosas comunes como un resfriado, un dolor de cabeza, la falta de sueño o un golpe leve, en realidad, no requieren medicina, en la mayoría de los casos. Siendo honrados, el efecto placebo es bastante potente.
Además, muchas veces, estos “malestares” son pasajeros y perfectamente soportables. En otros casos, hay opciones alternativas a un medicamento.
Evidentemente, la mejor medicina es ser buenas personas, llevar una vida sin estrés, y mantener buenas rutinas de alimentación sana y ejercicio constante. La mezcla de todo esto, junto con evitar tomar medicamentos sin un motivo real, a la larga, te mejoran la vida.
*Si quieres aprender a llevar una vida sin estrés, te recomiendo que eches un vistazo al curso de productividad personal C.A.R.
Al hacer esto durante años, he visto que el cuerpo, cada vez necesita menos medicinas. Y, cuando hay que tomarlas, el efecto es bastante más potente.
En ocasiones, he pasado meses sin tomar ni un solo medicamento. Figurativamente, son pequeñas victorias contra aquella mesa.
No quiero que nadie se lleve una impresión equivocada. No soy médico, y este artículo no es un consejo, sino una reflexión. Cada caso es distinto, y hay que ir al médico cuando hay que ir, y hay que tomar medicinas cuando hay que tomarlas.
Simplemente, recordando aquella mesa, la reflexión que quiero compartir, y que sirve en este caso como filtro, es: ¿De verdad necesito tomar tantas medicinas?