La inflación de la efectividad

Inflación mundial

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Según el diccionario de Google, el término inflación significa un incremento excesivo de algo. Es verdad que normalmente usamos esta palabra en el entorno de la economía, pero en realidad su uso puede ser más genérico, aplicando a cosas como la efectividad. ¿Cómo? 

Significado inflación

De todas formas, tomaré un ejemplo financiero: la famosa hiperinflación de la República de Weimar. Sucedió entre 1921 y 1923 en Alemania, que era conocida en ese momento por ese nombre. Debido a las necesidades derivadas de la guerra, el gobierno tuvo la feliz idea de emitir papel moneda. Era en realidad papel mojado, porque el dinero carecía de respaldo en oro, y, por lo tanto, no valía nada. 

Un hombre empapelando la pared con billetes (le era más económico) – Fuente: Wikipedia

La inflación fue tan espectacular que se llegó a situar en un 100% al mes, y casi un 6.000% en un año. Las fábricas de papel no daban a basto; unas 150 empresas tenían 2.000 prensas funcionando a toda velocidad día y noche. En 1923, los precios se incrementaron 726.000.000.000 veces. Baste como ejemplo el coste de una barra de pan: 200.000 marcos. Los trabajadores tenían que recibir el salario 3 veces al día, y los restaurantes cambiaban los precios varias veces en menos de 24 horas. 

¿Y qué tiene que ver esto con la efectividad? Se me ocurren al menos tres reflexiones. 

La inflación es el ladrón más sutil y eficiente – Jorge Gonzáez Moore Clic para tuitear

Los límites infinitos de la efectividad

Los límites infinitos de la efectividad

La efectividad no tiene límite. Por muy bien que algo esté hecho, siempre se podrá mejorar. Si no tenemos cuidado, podemos llegar a entrar en un ciclo interminable en el que nunca estamos satisfechos con nuestro rendimiento. No solo puede ocurrir a nivel personal, sino también empresarial. Se empieza por implementar un sistema supuestamente más efectivo, y al tiempo, se añade otra tarea. Se usan checkings, canvas, scrums, metodologías ágiles, GTD, y un montón de sistemas, que, en pocos meses, resultan inefectivos.

Lo curioso del caso es que el tiempo no varía: 24 horas todos los días. Tampoco cambian los niveles de resistencia de los trabajadores. Bueno, corrijo, sí que cambian, pero a menos. Parece que el ser humano promedio tiene menos tolerancia a horarios excesivos de trabajo, sobre todo teniendo en cuenta la cantidad de tareas requeridas y los impactos que recibimos constantemente. A poco que nos descuidemos, la mente se bloquea, y nos da un “yuyu” en forma de estrés, depresión, amnesias y demás síntomas de la misma enfermedad: nos hemos pasado de vueltas.

Implementando de más

Implementar de más se podría comparar a las antiguas diligencias tiradas por varios pares de caballos. Tú puedes poner todos los caballos que quieras, pero, llegado un número, por más caballos que pongas, la diligencia no irá más rápido. Y para colmo, tendrás que mantener a más caballos. Y lo mismo sucede con la efectividad en general. Si te pasas del punto óptimo, empiezas a perder eficiencia.

 Esta implementación «de más» se puede dar en muchos casos. Se me ocurren los siguientes:

  • El dinero: Aunque todos luchamos contra el presupuesto familiar, y todos queremos más dinero, en realidad, diferentes estudios demuestran que, una vez que tienes suficiente como para cubrir los gastos esenciales y un poco más, por más dinero que consigas, no aumentará tu sensación de bienestar. En España, esa cantidad se ha calculado en 26.600 euros anuales.
  • Las ventas: Nos esforzamos por conseguir muchos datos, cada vez más. Pero en realidad lo único que necesitamos saber es cuántas personas hemos impactado, y de estas, cuántas han comprado, para finalmente, preguntarnos por qué no han comprado y solucionarlo.
  • Infraestructuras como las carreteras: La carretera ya funcionaba bien al principio. Se implementan muchas medidas, ideas, accesorios, pero lo difícil es mantener todo eso después. Resultado: Las carreteras están fatal por falta de mantenimiento.
  • La cantidad de horas de trabajo: Se ha calculado que la jornada laboral óptima es de 6 horas al día, con períodos de 52 minutos seguidos de 17 de descanso (lo que nos recuerda a los tiempos pomodoro). En realidad, puedes trabajar 14 ó 16 horas al día si te apetece, pero solo estarás alimentando caballos.
  • El amor y las relaciones personales: El amor es como regar una planta. Las plantas necesitan agua, y el agua es buena, de eso no hay duda. Pero si echas mucha agua a una planta, probablemente terminará muriendo. Y lo mismo pasa con el amor. El amor no suele ser el problema, pero sí la forma de expresarlo. El amor no solo son caricias, a veces también son consejos. El amor no es dejar pasar todo. Hay cosas que hay que hablar. Con cariño, pero con sinceridad. El amor es ayudar, pero también enseñar. El amor es curar, aunque duela. El amor es saber estar, y saber apartarse.

Pasado de vueltas

Es curioso como, en ocasiones, la tendencia natural o automática es la opción incorrecta. Tengo la impresión que se trata, normalmente, de situaciones relacionadas con tecnología u objetos que, de hecho, no son naturales. 

Un ejemplo. Si vas conduciendo un vehículo, y entras en una curva pasado de velocidad, la tendencia es frenar o soltar el acelerador. Sin embargo, eso provocaría que el coche patinara o hasta volcara. Lo correcto es acelerar manteniendo la dirección. Así, la aceleración superará a la fuerza de la inercia. 

Otro ejemplo similar: Cuando un coche derrapa a un lado, lo normal sería girar el volante más todavía, y frenar. Pero lo correcto es girar al lado contrario del derrape, mientras se suelta suavemente el acelerador. Es la maniobra conocida como “contravolantear”. 

De forma parecida, en la vida hay situaciones límite, tragos amargos; palos, en cierto modo, antinaturales. En esos momentos, la tendencia de muchos es a abandonar, a dejarse llevar, o a luchar para frenar y pararlo todo. O lo contrario. Como estamos viendo, a veces hay quien se pasa de efectivo. Intenta conseguir controlar absolutamente todo lo que le ocurre. Hace cálculos, programa, elabora proyectos y planes de contingencia. Termina logrando una «inflación» en su efectividad.

En realidad, lo correcto es simplemente responsabilizarse y dar el máximo de tus fuerzas, con paciencia y tesón, pero sin sobrepasar los límites. Solo así, saldrás de la curva vivo.

Efectividad sin respaldo

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Otra aplicación más relacionada con la inflación: se puede ser muy efectivo, sin tener respaldo. ¿A qué me refiero? Bueno, en realidad, una máquina puede ser muy efectiva. Sin embargo, nunca entenderá el propósito de su efectividad. Algunas personas logran ser muy eficaces y eficientes, pero se olvidan de lo importante. Con tal de superar unas cifras o tornarlas de rojo a negro, son capaces de todo, incluyendo las pérdidas colaterales, muchas veces, en sus propias carnes y familias. Vivimos en un mundo dominado por las cifras aparentes. Calorías consumidas, pasos recorridos, tareas marcadas…

Llegamos al extremo de modificar las gráficas para que digan lo que queremos, que la cosa va bien. ¿Qué no hay dinero? ¡Lo fabrico! Muy bien, somos cada vez más efectivos. Pero la pregunta clave es: ¿para qué? ¿qué queremos conseguir? ¿cuál es nuestro respaldo? Por supuesto, querer ser más efectivo para lograr hacer un buen trabajo, ganar el sustento de forma honrada, y, además, tener tiempo libre para estar con tu familia, es, sin duda, un valor de oro. Pero querer conseguir más y mejor, para llevar el mismo estilo de vida, o simplemente para engordar la chequera, no tiene sentido. No vale de nada ser más efectivo si no hay valores y principios de calidad detrás. 

La mejora continua

Mejora continua

Por último: según los economistas, una inflación en torno al 2% es un síntoma de una economía saludable, en los sistemas actuales. Para lograr esta cifra, intervienen un montón de entidades locales, centrales, y exteriores. El objetivo es que no se repita lo de Weimar.

Lo mismo con la efectividad. La mejora constante, o Kaizen, como les gusta llamarlo a algunos, es excelente. Si queremos progresar en la vida, no podemos quedarnos parados. Un coche no gira si no está en marcha. Ahora bien, ¿será necesario poner límites a las mejoras? Si un trabajador da un rendimiento excelente, ¿le pediremos más porque tiene capacidad? Si hemos notado que mejoramos en algo, ¿romperemos las fibras de nuestros músculos para lucir un mejor tipo? A veces, es necesario pararse y respirar, disfrutar de lo recorrido y recargar pilas, no sea, que la inflación en efectividad se dispare.

No hay nada tan inútil como hacer con gran eficacia algo que no debería haberse hecho en absoluto – Peter Druker Clic para tuitear

Sobre el autor

Jaír Amores
Mi nombre es Jaír y soy de la cosecha del 78. Estoy felizmente casado; tenemos dos preciosas hijas, y vivimos en Las Palmas de Gran Canaria, España. ¡Sí! ¡El paraíso! Desde muy chico, ya me atraía la efectividad. Disfrutaba haciéndome un horario, automatizando tareas. Y… no sé si a ti te ha ocurrido también: me daba cuenta de muchas cosas que podrían hacerse mejor. Me sigue pasando, por cierto. Estoy convencido de que la efectividad y la productividad personal son fundamentales, pero… sin olvidar las cosas importantes de la vida. Porque, ¿de qué serviría mejorar si no nos hace más felices?