Kodokushi es un término japonés que significa “muerte silenciosa”.
Tanto en japón, como en muchos otros lugares del mundo, se está dando un fenómeno difícil de creer, y trágico al mismo tiempo: seres humanos que mueren solos, de forma silenciosa, sin que nadie se entere hasta pasados días, semanas, o en algunos casos extremos, años.
Según algunos cálculos, el kodokushi suma 30.000 víctimas al año en Japón.
En ocasiones, es el olor el que avisa. Otras veces, la falta de saldo en la cuenta bancaria.
La muerte de estos ancianitos saca a la luz su realidad. Su muerte fue silenciosa, pero su vida, al menos sus últimos años, también. Nadie les echó de menos. Ningún familiar les visitaba, ni les llamaba. Carecían de amigos, y ni siquiera sus vecinos notaron su ausencia.
El solo hecho de pensar en esto, hace que la palabra kodokushi suene tremendamente triste.
Es difícil aventurarse y entrar a juzgar quién tiene la culpa. Que si la sociedad consumista y egoísta, que si sus familiares no le querían, o si la persona se ganó a pulso la antipatía de los demás, o bien no hizo nada por socializar. Da igual. Algo falla en la ecuación. No es normal que esto suceda.
Sí está claro que no se llegó a esa situación en un día. Es evidente que detrás de un kodokushi hay cientos de pequeñas acciones.
La lección para mí es: ¿A dónde me llevan mis acciones en lo que tiene que ver con mi trato a los demás? ¿Estoy trabajando para que los míos me echen de menos? ¿Me preocupo por los que me rodean?
Creo que, en contra de la corriente, gastar tiempo en estar con la familia y con los amigos, hacer nuevos contactos, invertir en buenas acciones hacia los demás… dar antes de recibir… todo esto, no solo evitará una muerte en silencio, sino algo mucho más grave.
Y es que peor que morir en silencio, es vivir sin hacer ruido.