Jurista y juez

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¿Consideras que eres una persona honesta?

Hace poco escuchaba una anécdota sobre un padre y un hijo que iban a cruzar una calle. El semáforo estaba en rojo, pero no había ningún coche cerca. Así que el hijo preguntó al padre por qué no cruzaban. El padre contestó que no podían, porque el semáforo estaba en rojo. El hijo insistió: «Ya papá, pero es que no viene nadie».

«Ya, pero aún así, el semáforo está en rojo». El hijo seguía sin comprender. «Pero papá, nadie te va a ver».

Entonces el padre, dirigiendo su mirada al hijo, como anunciando que venía algo importante, le dijo con voz calmada: «Yo me veo, ¿verdad?»

Probablemente sea una anécdota algo extrema, y soy consciente de que este tipo de conductas dependen de la cultura del país. Tengo que confesar que he cruzado más de un semáforo en rojo para peatones.

La cuestión es cómo nos comportamos, no cuando otros nos ven, no cuando el asunto es de vida o muerte, sino en las pequeñas cosas, en las que probablemente no haya consecuencias. La honestidad no solo depende de lo que reflejamos a los demás, sino sobre todo de lo cerca que están nuestros ideales de nuestros actos.

Se me viene a la cabeza la cantidad de gente que sigue las normas, pero solo «de cara a la galería», o para evitar sanciones. ¿Acaso es eso honestidad?

De nada sirve la ausencia de castigo o la aprobación externa por lo que aparentamos, si no cumplimos ni con lo que nos proponemos. Este tipo de conductas se basan en una columna muy débil. De ahí que no den felicidad, ni siquiera un sentimiento de auto-contentamiento. Se hacen adictivas, y cada vez necesitamos una nueva dosis de aprobación más potente que la anterior.

La clave está en ser jurista y juez para nosotros mismos. Es cada uno de nosotros el que debe ponerse sus propias normas, basadas en sus principios de vida. Somos nosotros los que decidimos por qué o por qué no vamos a cumplir con normas externas. Pero sobre todo, lo más importante es que deberíamos ser nosotros nuestros propios jueces. Otros podrán juzgarnos, o no. Pero nosotros nos vemos, nos conocemos.

Y no hay nada como irte a dormir sabiendo que hoy hiciste bien.

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Sobre el autor

Jaír Amores
Mi nombre es Jaír y soy de la cosecha del 78. Estoy felizmente casado; tenemos dos preciosas hijas, y vivimos en Las Palmas de Gran Canaria, España. ¡Sí! ¡El paraíso! Desde muy chico, ya me atraía la efectividad. Disfrutaba haciéndome un horario, automatizando tareas. Y… no sé si a ti te ha ocurrido también: me daba cuenta de muchas cosas que podrían hacerse mejor. Me sigue pasando, por cierto. Estoy convencido de que la efectividad y la productividad personal son fundamentales, pero… sin olvidar las cosas importantes de la vida. Porque, ¿de qué serviría mejorar si no nos hace más felices?