Imperfeccionistas

Habitación sucia y desordenada

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Me considero una persona ordenada, de esas que colocan los objetos en la mesa del escritorio para que guarden una absurda relación geométrica.

Me gusta el orden, la organización, y no creo que sea algo malo. Al contrario, creo que tiene muchas ventajas, y estoy convencido de que el orden está ligado a la efectividad

Siempre me gustó ordenarlo todo. Pero, en algún momento de mi vida, entendí que me estaba pasando de la raya. Recuerdo hacer terapia tirando al suelo un montón de objetos y papeles, manteniéndolos sin recoger un par de días.

Por suerte, creo estar en un punto de equilibrio desde hace años. Pero no me puedo despistar, ya que mi tendencia natural es a la perfección. Y ese tipo de perfección absoluta y aburrida, exenta de aprendizaje y de mejora, ni existe, ni debe existir. 

Es fácil criticar a alguien por ser «un perfeccionista». Pero, ¿qué hay del otro extremo? Aquellos que, por costumbre, dejan todo inacabado, sin cumplir un mínimo estándar de calidad. Esos a los que el orden les importa un pimiento. 

Sí, esos que llegan tarde por costumbre, que prefieren tener todo desordenado; los que se ríen de ti por querer tener algo de control. Esos que se excusan diciendo que la creatividad es desordenada. 

Sobre todo, los que, por su falta de organización, te roban tu valioso tiempo, y de paso, tu tranquilidad. 

Y peor aún si esas personas tienen cierta autoridad sobre ti, como padres, demás familiares, profesionales de algún sector, funcionarios, etc. La lista es interminable.

No estoy hablando de personas que tengan limitaciones en un ámbito en particular, pero se esfuerzan por mejorar. Me refiero a los que, pudiéndolo hacer mejor, prefieren la imperfección, lo incompleto. 

No creo que ser perfeccionista sea bueno, pero tampoco pienso que lo contrario, llamémosle «ser imperfeccionista», sea mejor. Y, al igual que una cosa puede ser criticable, la otra también. 

Ya teníamos una palabra para un extremo, pero faltaba la otra. Aquí está: IMPERFECCIONISTAS

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Sobre el autor

Jaír Amores
Mi nombre es Jaír y soy de la cosecha del 78. Estoy felizmente casado; tenemos dos preciosas hijas, y vivimos en Las Palmas de Gran Canaria, España. ¡Sí! ¡El paraíso! Desde muy chico, ya me atraía la efectividad. Disfrutaba haciéndome un horario, automatizando tareas. Y… no sé si a ti te ha ocurrido también: me daba cuenta de muchas cosas que podrían hacerse mejor. Me sigue pasando, por cierto. Estoy convencido de que la efectividad y la productividad personal son fundamentales, pero… sin olvidar las cosas importantes de la vida. Porque, ¿de qué serviría mejorar si no nos hace más felices?