En muchas ocasiones, y en diferentes ámbitos, surge la duda de si es positivo disculparse. Más allá de la efectividad del acto, entra en juego nuestro orgullo, el tipo de relación que tengamos, o la valoración de cuál es el mejor momento para hacerlo, si es que hay alguno.
Al hablar de “disculparnos”, no me refiero a cuestiones graves, ofensas de importancia en las que hace falta un perdón sincero. Más bien, se trata de errores de procedimiento, pequeños malentendidos, palabras mal dichas, etc.
Básicamente, hay dos opciones:
- Que nos hayamos equivocado
- Que no nos hayamos equivocado, pero la otra persona sí piense eso.
Vamos a verlas por separado:
Disculparse cuando nos hemos equivocado
Creo que es evidente que, en este caso, disculparse siempre será la mejor opción. Nuestro ego, nuestra personalidad, la posición que ejercemos, la costumbre o sentimientos de baja autoestima quizá nos intenten convencer de que no tenemos que pedir disculpas.
Sin embargo, si el error es conocido por otros o se va a saber, una disculpa sencilla pero honesta tiene muchas ventajas.
Al contrario, cuando otros ven que nos equivocamos, pero encima, no lo reconocemos, se aumenta la sensación negativa hacia nosotros.
¿Cuándo no sería efectivo disculparse?
No tendría sentido disculparse cuando el error que hemos cometido es de tan poca importancia, que no merece la pena ni el tiempo que vamos a gastar.
Tampoco sería lógico disculparse cuando hay acumulación de errores. En esos casos, quizá debamos hacer otros ajustes, como pedir ayuda, delegar o ceder nuestro cargo.
Disculparse cuando no nos hemos equivocado
A veces se da el caso de que, sin que hayamos hecho nada, otra persona se ofende con nosotros, y de alguna manera, esto llega a nuestro conocimiento. ¿Es positivo aquí ir nosotros a disculparnos?
Una vez más, una disculpa tendría más resultados positivos que simplemente seguir como si no hubiese pasado nada. ¿Por qué?
Da igual si tenemos o no tenemos la razón, o si nuestra gestión ha sido impecable o no. El otro piensa de otra manera. Y si no hacemos algo, lo más probable es que siga pensando así.
Disculparse de forma genérica, en plan: “disculpa si he hecho algo que no te ha gustado”, “disculpa si he metido la pata y no me he dado cuenta”, puede relajar la situación. En muchas ocasiones, la persona aceptará rápidamente las disculpas, e incluso se sentirá motivada a disculparse también, ya que, en su interior probablemente sepa que la equivocada es ella.
¿Cuándo no es efectivo disculparse?
Ahora bien, hay casos de personas que viven asentadas en la queja y en la crítica constante. Aunque nos disculpemos, su actitud no cambia. No vale pensar que son así. Es necesario comprobar esta forma de pensar.
Pero si después de varias disculpas, no observamos un cambio de comportamiento hacia nosotros, y tenemos pruebas de que no nos hemos equivocado, entonces quizá haya que pensar qué tipo de relación tendremos.
Si ejercemos alguna autoridad, como jefe-empleado, a lo mejor, habrá que tomar medidas drásticas.
En resumen, parece que disculparse tiene ventajas en la mayoría de las ocasiones.
Equivocarse es un defecto de todos, disculparse una virtud de pocos. Clic para tuitear