El árbol podrido

Un tocón de un árbol

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Después de una larga noche de tormentas, salió a comprobar sus tierras. Entonces observó con tristeza como aquel árbol que tenía más años de vida que él, se había desplomado. “¿Cómo puede ser -se preguntó-, si los demás árboles más pequeños están en pie, y este ha sobrevivido a tormentas más fuertes?”

Al verlo más de cerca, comprendió el motivo: estaba podrido por dentro. Una enfermedad había devorado su interior.

Lo mismo sucede con algunas personas. Todo parece ir bien. Acaso puedan parecer imponentes ante los demás. Pero cuando viene una situación extrema, caen abatidos, y sacan lo que tienen dentro. Hay veces que se hacen irreconocibles para sus conocidos, dejando ver lo peor de sí mismos.

Y es que estaban vacíos por dentro. O peor, podridos.

A menos que haya “tormentas”, es difícil adivinar esto en los demás. Lo que sí puedes hacer es mirar en tu interior… por si acaso.

Me suena lo que eres

En otras ocasiones, sucede un efecto curioso:

El argumento es excepcional. Los ejemplos, las anécdotas, las citas famosas… Toda la retórica es de un nivel altísimo. Se diría que podría convencer a cualquiera. 

Por un momento me distraigo, y miro alrededor, mientras sigo escuchando. Observo a otros oyentes concentrados, ensimismados, disfrutando de todo lo que dice. 

Pero yo no lo consigo. Hay algo que falla. Conozco a la persona que está hablando, y ese es el problema. Lo que dice y lo que hace no están de acuerdo. 

No debería ser un impedimento para escuchar y aprender. Sin embargo, una y otra vez me viene a la cabeza el mismo pensamiento: “¿Y tú?”

Y es que me suena tanto lo que es, que no me deja escuchar lo que dice.

Reflexión

Tener el instinto de un ciervo

Imagina por un momento que estás en un monte, en medio de un paraje natural, en total silencio. Estás en el suelo, observando entre unos

Sobre el autor

Jaír Amores
Mi nombre es Jaír y soy de la cosecha del 78. Estoy felizmente casado; tenemos dos preciosas hijas, y vivimos en Las Palmas de Gran Canaria, España. ¡Sí! ¡El paraíso! Desde muy chico, ya me atraía la efectividad. Disfrutaba haciéndome un horario, automatizando tareas. Y… no sé si a ti te ha ocurrido también: me daba cuenta de muchas cosas que podrían hacerse mejor. Me sigue pasando, por cierto. Estoy convencido de que la efectividad y la productividad personal son fundamentales, pero… sin olvidar las cosas importantes de la vida. Porque, ¿de qué serviría mejorar si no nos hace más felices?