“Es mejor ser rey de tus silencios, que esclavo de tus palabras”
William Shakespeare
La frase de William (me resisto a escribir más veces su apellido) tiene que ver mucho con su contexto histórico. Estamos hablando de un escritor que vivió entre el 1564 al 1616. Y llama la atención que sea él precisamente el autor de esta frase.
¿Por qué? Bueno, por estadística. Cuantas más palabras pronuncies, más posibilidades tienes de errar. Un proverbio bíblico dice:
“En la abundancia de palabras no deja de haber transgresión, pero el que tiene refrenados sus labios está actuando discretamente.”
William fue un escritor prolífico, sobre todo, teniendo en cuenta su corta carrera. Así que, si alguien tenía posibilidades de equivocarse, era él.
Sin embargo, su frase no va por ahí. No se puede escribir un silencio. Nuestro amigo se refería al habla, no al escrito. Cuando hablamos, todo puede ser usado en nuestra contra. Al hablar, decimos lo que pensamos, sin filtros. Y en el caso de algunos, entre la mente y la lengua tienen un acelerador, en vez de un freno. Por eso, es mejor ser cauto con lo que decimos, y, si lo que vamos a hablar no es mejor que el silencio, mejor quedarse con lo segundo.
Cómo ser dueño de tus palabras
Ahora bien, hay algunas maneras sencillas de ser simplemente DUEÑO de tus palabras.
- Una es recordando siempre que TÚ eres dueño de tus palabras: tú lo dijiste, y, más allá de la dialéctica o de los reproches, solo tú sabes por qué lo expresaste así, y qué querías decir. Que no te pongan palabras en tu boca. Está bien que recuerden lo que dijiste, pero no dejes que te interpreten.
- Una segunda es añadiendo SILENCIOS a tus palabras. Ya hablamos aquí del cuento del samurai y el viejo sabio. Las palabras tienen poder. Un pequeño silencio de reflexión antes de lanzarte a la aventura, siempre es bienvenido.
- Y una tercera es ESCRIBIÉNDOLAS. En la época de William ésto era más complicado (tinta y papel). Pero hoy puedes escribir y borrar, y hasta escribir, publicar y corregir. Escribir nos ayuda a expresar nuestros sentimientos más profundos, a dar color a nuestras palabras. Al escribir, filtramos nuestros pensamientos.
Atrás pasaron los tiempos de reyes y esclavos, o por lo menos, eso queremos creer. En la frase de William, y gracias a la libertad de expresión, podemos cambiar algunos términos, y simplemente ser DUEÑOS de nuestras palabras. Yo, por lo menos, con eso, me conformo.