Desobedece a tu teléfono

Teléfono antiguo

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Oír sonar el teléfono es algo bastante habitual. Ocurre, en la mayoría de los casos, varias veces al día. ¿Te has planteado alguna vez todos los procesos que desencadena una llamada?

Veamos algunos de ellos:

Lo que ocurre cuando suena el teléfono

  • Primer tono: Aunque no seas plenamente consciente, tus pulsaciones han aumentado, el corazón ha recibido un pequeño sobresalto, tus músculos se han tensado y tu concentración ha sido redirigida.
  • Segundo tono: Tu mente menos automática empieza a funcionar. La primera cuestión es dónde está el teléfono. Tu cuello se mueve nervioso, tus ojos lo buscan hasta localizarlo. Aumenta la adrenalina.
  • Tercer tono: Empiezan las preguntas. ¿Quién será? Tardas un poco en leer en la pantalla el nombre o el número. ¿Qué querrá ahora? Automáticamente creas varias realidades alternativas, y sus posibles respuestas. Pero nos interrumpe de nuevo ese dichoso sonido.
  • “Sí, dígame”: Hay prisa. Ya decidido a lo inevitable, como alguien que sabe el final de la película, pero sigue viéndola como la primera vez, concluyes un discurso que empezó con un sonido y terminará con otro, esta vez saliendo de tu garganta: “Sí, dígame”.

Lo de arriba es una secuencia habitual cuando suena el móvil. Cada llamada puede tener más o menos variaciones, pero la idea es la misma. Al final, casi siempre, atendemos la llamada.

¿Por qué es tan potente el hábito de responder al teléfono?

Si lo piensas, lo que el teléfono ha logrado tiene bastante mérito. Ha creado en nosotros una rutina, un automatismo. Pero además, una rutina provocada por algo externo a nosotros. Es muy difícil implementar hábitos, y sin embargo, cuando suena el teléfono, actuamos casi sin pensar, obedeciendo al instante.

Por compararlo de alguna manera, piensa en el hábito de lavarte los dientes. Probablemente costó tiempo, muchas repeticiones, y seguramente la bronca de tus padres en más de una ocasión, para lograr fijar esta acción en nuestro día a día.

Sin embargo, el estrés producido por una llamada de teléfono que no se atiende, sigue siendo superior al malestar por no lavarse los dientes. Sobre todo teniendo en cuenta, el escaso tiempo que hay entre que suena el móvil, y se atiende o no.

Otro factor interesante es que una llamada de teléfono es sorpresiva. Tú no sabes cuándo te van a llamar.

Además, nadie te obliga a atender el teléfono. No hay nadie con una pistola en tu sien diciéndote: “Acepta la llamada o…”.

Y aquí viene el colmo de la ironía. Miles de personas aceptan la llamada, para decir, segundos después, algo así como: “Perdona, pero ahora mismo no te puedo atender”.

¡¡¿Cómo?!! ¿Entonces para que aceptaste la llamada?

Otros factores por los que atendemos una llamada sin pensar

Más allá del automatismo, creo que hay varios factores en juego:

  1. Es algo que controlamos nada o muy poco. Como cuando Jackie Chan se veía obligado a ofrecer fuego a alguien que va a fumar, en la película “El Smoking”, entre torta y torta. Este hábito es tan poderoso que somos capaces de dejar de atender a quien tenemos delante, incluso en una conversación super-intensa, para atender a alguien que nos llama por teléfono. Por una cuestión de probabilidades, cuando entra una llamada, te va a pillar ocupado. Pero tampoco importará que estés debajo de un coche arreglando un motor, y con las manos llenas de grasa… agarrarás el móvil y atenderás esa llamada.
  2. Algunas personas atienden el teléfono para parecer importantes. Es como si dijeran: “Mira que importante soy. No pueden vivir sin mí. Me necesitan, y por eso me llaman”. Así que, en muchas ocasiones, el ego es quien responde. Por supuesto, en otras ocasiones se atiende el teléfono por imposición, como cuando te llama tu jefe.
  3. La curiosidad mató al gato. Eso dicen… Lo cierto es que cuando oyes una llamada, se produce una especie de efecto Zeigarnik. Es difícil dejar la llamada sin responder, porque entonces, te quedarías sin saber quién es y qué quiere. El ser humano es curioso por naturaleza, y prefiere investigar lo desconocido a continuar con lo que ya sabe.
  4. Una llamada de teléfono nos rescata de la soledad. Aún estando rodeados de gente, es posible que nos sintamos fuera de juego, y una llamada nos permita salir de esa realidad y pasarnos a otra, probablemente más interesante. En esos momentos puede que notes que atiendes la llamada con más alegría que de costumbre, y hasta que alargas la conversación sin sentido.
  5. La necesidad de sentirse útil. Hay personas que siempre están ayudando a otros. En ocasiones, el acto de ayudar se torna adictivo, y puede esconder una falta de autoestima seria. En estos casos, atender llamadas de teléfono, con la esperanza de ayudar a alguien, aunque simplemente se trate de escuchar un rato, puede resultar ser un alivio, y subir por un rato nuestra sensación de valía.

Decidir si atender una llamada es lo más efectivo

Desde el punto de vista de la efectividad, aceptar una llamada para después no poderla atender, es tremendamente ineficiente. Estamos perdiendo el tiempo doblemente.

Por eso, lo que propongo con esta reflexión es que te decidas a decidir. Es decir, que cuando suene el teléfono, seas capaz de abstraerte de la situación, y te tomes unos segundos para tomar el control, para pensar si realmente quieres atender esa llamada.

Qué debes hacer antes de aceptar una llamada…

Además, en caso afirmativo, deberías ser capaz de tomar las medidas adecuadas, como pedir permiso si estás en medio de una conversación, alejarte unos metros, o hasta prever cómo vas a atender la llamada.

Quizá te puede ayudar cambiar el tono de llamada. Así rompemos un poco este automatismo. También puedes tapar la pantalla, poniendo el móvil boca abajo. Así lograrás decidir si atiendes o no la llamada, independientemente de quién llame.

… durante la llamada…

Si, antes de atender la llamada, sabes que solo tienes un tiempo limitado, dilo al principio de la conversación: “Mira, tengo solo 5 minutos para atenderte, pero no te preocupes, dime”.

Durante la llamada, es posible que detectes que hay cosas que pueden gestionarse por otros medios. Quizá puedes solicitar que te manden cierta información por correo, o por Whatsapp. También puedes pedir que la persona realice cierta acción. Y si no lo tienes claro, pide más tiempo. Permítete pensar, y promete devolver la llamada cuando hayas decidido.

… y al finalizar la llamada

También es importante que, cuando finalice la llamada, te tomes unos segundos para respirar con calma, y pensar qué tienes que hacer en base a esa llamada. Es posible que tengas que tomar alguna nota. O a lo mejor, simplemente debes sonreír y saborear lo que ha sucedido.

No permitas que se encadenen las llamadas, unas detrás de otras, anulando la nueva llamada a la anterior, e impidiéndote extraer algo útil de cada una de ellas.

Finalmente, con la satisfacción de haber sido tú quien has manejado tu vida (aunque sea por un ratito), vuelve con calma a lo que estabas haciendo.

Por supuesto, para todo hay excepciones. Quizá estás esperando una llamada, o por tu trabajo, estés “obligado” a atender ciertas llamadas. O al contrario, como le pasaba a un conocido que había puesto al teléfono del banco, el nombre de contacto “Mister cangrejo” para asegurarse de no aceptar esa llamada. Para esas excepciones, viene bien la idea de asignar otros tonos.

¿Qué beneficios tiene tomar el mando y decidir conscientemente si atiendes las llamadas o no?

Hay muchas ventajas en decidir conscientemente atender o no una llamada de teléfono.

  • La sensación de tomar el control es, de por sí, un beneficio.
  • Al no atender llamadas cuando estás ocupado, lograrás evitar la multi-tarea. Disfrutarás de bloques de tiempo con verdadera concentración y enfoque.
  • Ganarás respeto. Quizá pienses que no puedes controlar las interrupciones de las llamadas de otros. Sin embargo, normalmente, la gente de nuestro alrededor hace lo que le permitimos hacer. Si tu te respetas a ti mismo, y decides en vez de reaccionar como un mono entrenado a la llamada del móvil, poco a poco, los demás se darán cuenta. Y de forma casi milagrosa, las llamadas serán cada vez menos frecuentes, porque los demás sabrán que tú valoras tu tiempo.
  • Ganarás en efectividad. Hay que tener en cuenta que las llamadas de teléfono no son siempre lo más eficaz. En ocasiones, será más útil escribir un mensaje o realizar otro tipo de acción. Si das a los que te llaman otras opciones, probablemente aprenderán a usarlas en vez de llamarte automáticamente. Y así, todos ganamos en efectividad.

Evidentemente, hay cosas que no deberían atenderse por mensaje, y quizá tampoco por teléfono. El mundo va cambiando, pero por el momento, no me imagino a alguien declarándose por whatsapp.

Elaborando este artículo, me acordé de una anécdota que ilustra muy bien la reflexión que quiero hacer (y compartir).

Sucedió con un cuñado mío, que desgraciadamente falleció en un accidente. Era una persona especial, de estas que no dejan indiferente a nadie. En una ocasión, en su casa, comenzó a sonar el móvil. Un tono, dos tonos… Entonces, viendo que él seguía como si tal cosa, le dije: “¡Oye! Que te está sonando el teléfono… ¿no lo vas a atender?”. Entonces él me dijo: “Yo domino al teléfono, no al revés”.

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*Si quieres más información sobre cómo ser efectivo en el uso del teléfono, te animo a leer el artículo “Cómo usar bien el móvil (los 4 niveles de uso efectivo)”.

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Sobre el autor

Jaír Amores
Mi nombre es Jaír y soy de la cosecha del 78. Estoy felizmente casado; tenemos dos preciosas hijas, y vivimos en Las Palmas de Gran Canaria, España. ¡Sí! ¡El paraíso! Desde muy chico, ya me atraía la efectividad. Disfrutaba haciéndome un horario, automatizando tareas. Y… no sé si a ti te ha ocurrido también: me daba cuenta de muchas cosas que podrían hacerse mejor. Me sigue pasando, por cierto. Estoy convencido de que la efectividad y la productividad personal son fundamentales, pero… sin olvidar las cosas importantes de la vida. Porque, ¿de qué serviría mejorar si no nos hace más felices?