¿Debo compartir lo que sé o me lo guardo para mí?

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A lo largo de los años, has ido acumulando saber y experiencia. Seguramente conoces los trucos de tu oficio, o te has hecho especialmente hábil en algo. Una buena pregunta es: ¿deberías compartir ese conocimiento? ¿o mejor te lo quedas para ti? ¿qué es más efectivo?

Lo cierto es que es una pregunta interesante, y difícil de contestar. Dediqué un tiempo a pensar en ello sin llegar a conclusiones que inclinaran la balanza. Algunas personas opinan que compartir conocimiento es una obligación moral. Además, hoy día, las redes sociales lo han hecho muy muy fácil. Por otro lado, otras personas creen que deben guardar fielmente lo que aprenden porque lo contrario les perjudicaría.

De hecho, según lo mires, hay varios puntos a favor o en contra.

Algunos puntos a favor de compartir lo que sabes

Piensa por ejemplo en lo siguiente. Si compartes lo que sabes:

  • Ayudas a otras personas a mejorar. Con el impacto suficiente, puedes llegar a mejorar un poco el mundo. Esto sin duda te hará sentir mejor y te da un extra de motivación. Tienes un porqué para aprender: el hecho de compartir.
  • Consigues reputación. Los demás entienden que sabes de ese tema. Ese nombre que te fabricas al demostrar lo que sabes hará crecer tu ego, o hasta tu cartera.
  • Recibes feedback y ayuda. El feedback te puede ayudar a mejorar. Si nunca expones lo que sabes, nadie podrá sugerirte nada. En algunos casos, además de feedback, puedes recibir ayuda y lograr más cosas que las que conseguirías tú solo.
  • Aprendes tú mismo. Al esforzarte por elaborar un contenido entendible para otros, refuerzas tu comprensión. También fijas ese conocimiento en tu memoria mucho más que si simplemente te lo quedases para ti solo.

Algunos puntos en contra de compartir lo que sabes

Por otro lado, hay una cara fea si compartes lo que sabes:

  • Estarás expuesto. Otros podrán criticarte, con y sin razón. Y ojo con esto, si no estás preparado emocionalmente, hay personas que podrán hacerte mucho daño.
  • La mayoría de la gente no es agradecida. Así que puede ser que no ganes nada con ello. Algunas personas se atribuirán el mérito sin mencionar que tú les ayudaste.
  • Te restará mérito. Saber cómo haces algo, sobre todo si es un truco fácilmente imitable, llevará a otros a pensar: “Pues no era para tanto; eso lo sé hacer yo también”. En un entorno empresarial puede llevarte a no ser tan imprescindible.
  • Aumentará la necesidad de mejora. Si se aplica tu conocimiento, y resulta bien, puede que se normalice. Con lo cual, eso que sabías ya no es tan importante. Esta nueva situación de normalidad te llevará a tener que esforzarte más.
  • Algunos métodos o estrategias solo funcionan si se usan poco. Esto es algo habitual en internet. A alguien se le ocurre una buena idea para posicionar una web o viralizar un contenido. Y desde que otros lo imitan, deja de tener efecto.

«No eches perlas a los cerdos»

Como se puede ver, hay puntos positivos, pero también bastantes riesgos. Una sentencia bíblica resume lo que muchos sienten cuando comparten lo que saben a personas que resultan necios: “No echen perlas a los cerdos, pues no sabrán apreciar su valor”.

También es cierto que, con que unos pocos te lo agradezcan, vale por los muchos que no lo harán.

Hay algo que tengo claro. Compartir sin esperar nada a cambio es algo raro raro raro. Como mínimo, uno quiere tener la satisfacción de que hace lo correcto.

En la mayoría de los casos, la satisfacción personal es insuficiente. Nos guste o no, somos seres recíprocos. Necesitamos dar y recibir. Pasa con el amor, con el trabajo y con los favores. Es una ley natural.

Además, mientras siga existiendo el sistema comercial, para sobrevivir necesitamos intercambiar conocimiento y/o tiempo y/o esfuerzo por dinero. Así que, a menos que tengas una herencia millonaria, tendrás que dedicar gran parte de tu tiempo a ganar plata.

Entonces, ¿qué hacemos? ¿dejamos de compartir lo que sabemos? Algo me dice que esa no es la respuesta correcta. Dudo mucho que esa actitud te vaya a hacer feliz. Tampoco tiene mucho sentido ir regalando de forma inconsciente lo que sabes. Una vez más, en el equilibrio está la clave.

Cómo compartir conocimiento con efectividad y sin riesgos

Si juntas los puntos a favor y los riesgos, es posible encontrar un par de ideas interesantes:

  • Ayuda a otros a mejorar, pero solo si estás seguro de que son personas agradecidas y que usarán lo que aprenden (y esto vale para las empresas también). Claro, debes compartir información realmente valiosa. Si el hecho de explicar un truco hará que deje de ser útil, quizá no merezca la pena publicarlo indiscriminadamente. Y por si acaso, fortalece tu caparazón emocional. Puedes equivocarte y toparte con más de un “caradura”.
  • Asegúrate de que parte de tu conocimiento (obviamente, el más valioso) tenga algún tipo de recompensa. Puedes ofrecer información gratis, y algo más específico o valioso solo para quien esté dispuesto a pagar por ello. Esto es lo que hago yo en esta web. Explico prácticamente todo lo que aprendo sobre productividad, y ofrezco un curso con un método de organización solo para quien quiera algo más específico. Si estás en una empresa, puedes negociar un aumento o algún tipo de ventaja.
  • Si necesitas opiniones o ayuda, comparte tu conocimiento solo con personas que puedan dar una opinión experta o que de verdad quieran comprometerse y ayudar.

Creo que en la práctica, todo esto se podría resumir con “no digas todo lo que sabes desde el principio”.

Por último, un pequeño alivio: compartir lo que sabes tiene un efecto añadido. Quizá pienses que tu conocimiento es como una botella con agua, y que si la vacías te quedarás sin nada. Pero en realidad, la sabiduría es un pozo sin fondo. Cuanto más sacas, más agua entra.

Así que, compartamos, pero con efectividad.

Por cierto, ¿qué te parece a ti? ¿crees que tiene sentido esta forma de compartir conocimiento?


*Imagen de cabecera: Olya Adamovich en Pixabay

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Sobre el autor

Jaír Amores
Mi nombre es Jaír y soy de la cosecha del 78. Estoy felizmente casado; tenemos dos preciosas hijas, y vivimos en Las Palmas de Gran Canaria, España. ¡Sí! ¡El paraíso! Desde muy chico, ya me atraía la efectividad. Disfrutaba haciéndome un horario, automatizando tareas. Y… no sé si a ti te ha ocurrido también: me daba cuenta de muchas cosas que podrían hacerse mejor. Me sigue pasando, por cierto. Estoy convencido de que la efectividad y la productividad personal son fundamentales, pero… sin olvidar las cosas importantes de la vida. Porque, ¿de qué serviría mejorar si no nos hace más felices?