Dicen que las mentes son como los paracaídas. Si no se abren…
El problema de una mente cerrada es que ahí no entra nada. Da igual que hablemos del color de la piel o de una frontera imaginaria dibujada en un papel. ¿Es distinto? Entonces es malo.
La persona corta de miras no entenderá que eso nuevo es mejor, y que hay que probar para descubrir, y descubrir para mejorar. Se resistirá como nadie al cambio, y argumentará sin sentido repitiendo las mismas falacias, quizá creyendo que la iteración las convertirá en cómodas verdades.
- ¿Una dieta más saludable? ¡No hay que irse a los extremos! De algo hay que morir…
- ¿Una forma más efectiva de hacer las cosas? Siempre lo he hecho así, y me va bien.
- ¿Aprender algo nuevo? ¿Perdón? ¿Para…? ¿Cuánto me pagan?
Eso sí, el miope mental sabe obedecer órdenes sin cuestionarlas. Lo hace casi tan bien como mandar a sus subordinados a golpe de gritos. Es un peón perfecto en el tablero de la vida. Un currante nato, una persona “normal”.
Pero hay una cosa que se le da bien por encima de todo. FASTIDIAR
Sí, fastidiar a quien no piense como él. Sacar de sus casillas a las mentes más brillantes, mientras disfruta poniendo trabas a cualquier mínimo progreso. Además, por desgracia, se cumple el dicho de que «el problema de las mentes cerradas es que siempre tienen la boca abierta.»
Avaros cognitivos
Hay quien llama a este tipo de personas «avaros cognitivos«, expresión que usaron por primera vez, en 1984, las psicólogas Susan Fiske y Shelley Taylor.
Se trata de personas que prefieren no pensar. En vez de buscar respuestas o intentar ir más allá de lo obvio, toman atajos rápidos.
Suelen usar 2 estrategias:
– Ignorar parte de la información
– Sobrevalorar algún dato que respalde sus creencias
En la práctica, terminan formándose sus propias cámaras de eco, y creyendo lo que les apetece, con poco o ningún fundamento.
¿Conoces alguna persona así?
Como quitarle el hueso a un perro
Intentar convencer a alguien de mente cerrada es como intentar quitar un hueso a un perro. ¿Lo has intentado alguna vez?
Si lo has hecho, probablemente lo que ha ocurrido es que el perro lo ha mordido con más fuerza, incluso gruñendo.
¿Cómo quitárselo? Muy sencillo. Ponle un buen chuletón cerca, y verás como él solito suelta el hueso y se va a por el chuletón. Y mientras está entretenido, puedes quitarle el hueso.
Este pequeño ejemplo sirve también con la forma de convencer a otros, o, por decirlo así, en cómo quitarles esos “huesos mentales”.
En vez de esforzarnos por convencer al otro de que su forma de pensar es incorrecta, lo que hacemos es mostrarle una mejor forma de pensar. Le hacemos ver los resultados, y lo “guay” que sería si actuara de esta otra manera.
Lo más probable es que la persona, incluso siendo un tanto orgullosa, termine por cambiar de opinión.
Claro, hay que pensar bien en el «coste» del chuletón. ¿Realmente merece la pena hacer cambiar de opinión a otros? ¿Estamos dispuestos a asumir el precio?
¿Merece la pena?
En muchos casos, la pregunta está equivocada, y en realidad, hay otras más importante. La cuestión es: ¿Para qué quieres entrar ahí? ¿Por qué darte golpes contra la pared? ¿Tiene sentido razonar con quien no usa el raciocinio? ¿Para qué quitarle el hueso al perro? ¿Para qué perder el tiempo enseñando a sumar a un burro? ¿Se puede realmente entrar si la puerta está cerrada por dentro?
Mejor busca mentes abiertas, pide permiso y mira dentro a ver qué tal.
Sigue descubriendo vidas, mientras dedicas tu tiempo y tus esfuerzos en construir tu casa. Una con grandes ventanales, con vistas a exóticos paisajes.
Eso sí, deja tú, tu puerta abierta.