Alguna vez has dicho: ¡Necesito comprar esto! Pero… ¿qué es una necesidad? ¿Qué es un deseo? ¿Cómo podemos diferenciar entre necesidad y deseo? Y… ¿qué tiene que ver esto con vivir de vacaciones? En este capítulo veremos una definición sencilla de qué son necesidades de verdad, también aprenderemos qué es la pirámide de Maslow, la parábola del pescador, y por qué nos gustan tanto las vacaciones.
¿Qué es una necesidad? La pirámide de Maslow
Para saber la respuesta a esta pregunta, lo primero que hay que saber es qué es una necesidad. Buscar la definición estándar quizá no aclare mucho. «Necesidad» es una de estas palabras que tienen muchos significados, algunos bastante subjetivos.
Hay un estudio muy interesante llamado “La pirámide de Maslow” que nos ayuda un poco a entender la idea de necesidad.
Este señor dividió las necesidades en 5 capas. Abajo del todo están las necesidades básicas, como alimentarse. Después vienen las necesidades de protección. Un paso más arriba, las necesidades sociales, como la amistad y cosas así. Siguen las de estima, y finalmente, en la cúspide de la pirámide, la autorrealización. Según Maslow, para llegar a la parte de arriba, hay que ir cubriendo las necesidades anteriores.

Un ejemplo: si alguien no tiene cubierta la necesidad de comer, difícilmente puede sentirse pleno. Está pensando en comer, como es lógico. Es decir, a menos que estén cubiertas todas las necesidades anteriores, es complicado llegar a estar auto-realizado.
Cómo se compuso la pirámide de Maslow
Para llegar a estas conclusiones, el Sr. Maslow examinó la vida de personajes famosos como Thomas Jefferson, Ghandi o Einstein. Todas estas personas “auto-realizadas” tenían algo en común. Estaban centradas en la realidad, diferenciaban entre lo ficticio de la verdad, se centraban en las soluciones a los problemas, desarrollaban una forma de ver las cosas distinta a los demás, tenían necesidad de privacidad, no eran conformistas, disfrutaban de un sano sentido del humor, se aceptaban a ellos mismos y a los demás, eran creativos y les gustaba vivir experiencias nuevas. (Ahí es nada…)
Si te interesa el tema, aquí tienes un video que lo explica bastante bien:
La verdad es que merece la pena estudiar un poco esto de la pirámide de Maslow. Lo cierto es que hay muchas teorías sobre las necesidades. Algunos hablan de las necesidades primarias, secundarias o hasta terciarias.
Algunas definiciones de necesidades
Una definición “al uso” de necesidad sería aquello que resulta indispensable para vivir en un estado de salud plena. Otra sería: las necesidades son una expresión de lo que un ser vivo requiere indispensablemente para su conservación y desarrollo. A mi me gusta mucho más una definición que escuché de un niño pequeño. Cuando se le preguntó qué era una necesidad, el niño dijo: “es eso, que si no, te mueres”. ¡Qué sencillo y qué gran verdad! En el fondo, una necesidad es eso. Algo que necesitamos para VIVIR.
Necesidad es eso que si no, te mueres
Todo lo que no es una necesidad vital, es entonces… un deseo. Así de claro. De hecho se dice que las necesidades del hombre son pocas, pero que sus deseos no tienen fin. Por cierto, el objetivo de muchas empresas es que un deseo cualquiera, se convierta en una necesidad para nosotros. Incluso el mundo comercial va más allá.
También convierten una necesidad en un deseo. ¿Cómo es esto? Un ejemplo sencillo es beber. Beber agua, claro está. No nos referimos a eso que a veces alguien dice: “mi abuelo bebe mucho”… Aunque hay personas que creen que con beber cerveza o coca-cola tienen colmadas sus necesidades, no, no… hablamos de agua. ¿Es una necesidad? Claro que sí. Si no bebes agua, te mueres.
Cómo una necesidad se puede convertir en deseo
Ahora bien… ¿qué agua bebemos? Hay algunas que pueden ser carísimas. La más cara, según parece, es Aurum79. Una botella está valorada en 834.000€. No sale caro el trago ni nada… Así que la empresa que la comercializa ha convertido una necesidad en un deseo, un caprichito bastante caro, la verdad.
Así que… ¡cuidado! El sistema comercial va a intentar confundir nuestros deseos y necesidades, haciendo que deseemos cosas que no necesitamos, y consiguiendo que nuestras necesidades se conviertan en deseos. Por eso lo más importante es tener claro qué es una necesidad y qué es un deseo.
Un detalle más: está demostrado que a más sueldo, más gasto. Es como si quisiéramos rellenar con gastos todo lo que ganamos. Incluso, algunos, a pesar de ganar mucho, se endeudan para comprar más cosas. Les falta sueldo para tanto mes… Por cierto, tenemos una entrada sobre el tema del pre-supuesto. Cómo hacer un presupuesto sencillo.
Las tres necesidades básicas
En definitiva… ¿qué es una necesidad? Las primarias serían las fisiológicas. Esto no es algo cuestionable. Necesitas aire, respiras, y listo. Bueno, hasta que a alguien le de por cobrarnos el aire que respiramos (Mejor no dar ideas). Beber y comer son necesidades básicas. Para esto sí que tenemos que movernos. Hay que conseguir agua y alimentos.
¿Y qué hay de la ropa? ¿Dirías que es una necesidad básica? Bueno… pues sí. Aunque en algunos lugares del mundo, podríamos vivir sin ropa gracias al clima del sitio. Pero no me hagas mucho caso. Vamos a poner también que la ropa es una necesidad básica. ¿Y una casa? Pues también sí. La necesitamos para protegernos de las inclemencias del tiempo y para descansar. Claro que en algunos sitios podríamos vivir a cielo raso, de hecho hay algunas tribus que así lo hacen, pero la realidad común es que necesitamos un techo.
Vale… ya tenemos tres necesidades reales: agua, comida, ropa y una casa. ¿Hay alguna otra necesidad básica que “si no, te mueres”? Pues por más que piense… no. Todo lo demás, no son necesidades básicas. Así que, visto de esta manera, todo lo demás son… sí, son deseos. Le podemos llamar necesidades secundarias, terciarias, podemos usar la pirámide de Maslow o la palabrería que nos apetezca. Pero en el fondo, ya no son necesidades indispensables para vivir, como vimos en las definiciones al principio.
Deseos «necesarios»
Estos deseos son más o menos “necesarios” y nos van a hacer la vida más o menos plena o feliz. Pero lo cierto es que si lo pensamos, muchos de estos deseos, pueden complicarnos la vida. A veces, acumulamos objetos sin si quiera darnos cuenta. Antes de redactar este artículo, pensé en hacer una pequeña prueba. Ir a una habitación de la casa, y contar la cantidad de objetos que tenemos.
Primero pensé en el dormitorio, pero cuando me giré y vi el armario… me desanimé de solo contar la ropa que tenemos. Giré la vista y vi una figurita que tiene mi mujer para colgar anilllitos y bisutería, y casi me da algo. Así que me fui al salón huyendo. Empecé a contar objetos, y cuando iba por 300, lo dejé definitivamente. Y eso que en casa intentamos ser minimalistas, jejeje, qué decepción! No nos podemos hacer una idea de todo lo que un ser humano promedio (en países industrializados) acumula.
El problemilla de acumular objetos
¿Cuál es el problema de todo esto? Pensemos en una cosa: cualquier objeto que tengamos, por muy pequeño que sea, hay que adquirirlo. En el mejor de los casos nos lo pueden regalar. Si lo compramos, ya implica tener el dinero, conseguir ese dinero, ir a comprarlo y llevarlo al sitio que sea. Esto ya es tiempo.
Además hay que guardarlo. Esto requiere un lugar en casa, por ejemplo. Hay que usarlo (si no, para qué lo compras, no?). A veces, hay que aprender a usarlo. No solo esto… hay que conservarlo, arreglarlo cuando se rompe, limpiarlo… Mira, hasta cuando hay que tirarlo, hay que gastar tiempo. Y si es uno de estos utensilios que tienen un reciclaje obligatorio, ya ni te cuento. En ocasiones, tienes hasta que pagar para que te lo quiten de encima. En la entrada Orden y limpieza en casa con Marie (Davi) Kondo hablamos del tema de los objetos en casa.
Los objetos virtuales también cuentan
Por cierto, seguramente no hemos pensado en objetos virtuales. En este mundo moderno, ya no nos conformamos con acumular porquería (perdón, cosas), sino que también acumulamos archivos de todo tipo, conexiones, contraseñas… Parece que todo esto no existe, pero requiere de nuestro tiempo y esfuerzo mantenerlo como nuestro. A veces, la nube nos consume más de lo que lo hacen los objetos tradicionales.
En resumen. Todo esto es… tiempo. Y el tiempo es… oro.
Pero el tema de esta entrada también habla sobre vivir de vacaciones. Hablemos un poco de esto. ¿Te gusta cuando vas de vacaciones a otro sitio? Sí mayúscula. ¿A quién no le gusta eso de irse de vacaciones, viajar, conocer mundo? No se de nadie. Pero… ¿por qué nos gustan tanto las vacaciones? Una razón es porque hacemos cosas distintas. Ya hablamos de esto en el capítulo 2, sobre la resiliencia en el día a día. Otra razón es que no tenemos un horario estricto. Tenemos tiempo libre. Pero… ¿por qué tienes tiempo libre en vacaciones? Porque no trabajas… Sí, pero otra razón es que no tenemos objetos que atender.
Cómo me siento al trabajar fuera
Pongo un ejemplo personal. Por cuestión de trabajo, a veces viajo a las islas cercanas: Fuerteventura o Tenerife principalmente. Voy con una mochila, hago una noche solamente fuera, realizo el trabajo, y vuelvo.
Cuando vas a trabajar fuera, al principio, te hace mucha ilusión, y tiene su cosa. Pero con el tiempo, te das cuenta de que no es oro todo lo que reluce. Entre el viajecito, que cansa mucho, sobre todo si es en barco, y que cuando vas fuera, normalmente trabajas mucho más, la verdad es que acabas “reventao”. Pero lo cierto es que tengo la impresión de que me sobra el tiempo. En realidad solo me sobran un par de horas, pero me parece que son muchas más. ¿Por qué? Pues porque no tengo objetos que atender. En este caso se cumple lo de que menos es más. Al no tener nada que (cuidar, limpiar, ordenar, arreglar…), al no tener tareas, el tiempo es todo tuyo. Tu mente sabe que no hay nada pendiente, así que… a disfrutar.
Esta es una de las razones de que las vacaciones nos gusten tanto. No es solo porque no trabajamos. Es porque descansamos.
El ejemplo de un amigo que tuve
Hay personas que han aprendido a vivir de vacaciones siempre. Recuerdo un amigo que tenía un estilo de vida muy sencillo. Son de estas personas solteras, que viven la vida a tope, con montón de actividades, pero que todavía no han acumulado objetos. De hecho, no tenía televisión. Yo estaba dando un curso, y me quedé en su casa. Me llamaba la atención su vida simple.
Pero lo más llamativo fue un día, mientras me duchaba. Observé que en el baño no había nada (en el plato de ducha). Solo había un champú con la tapa abierta. Así que mientras caía el agua, pensé: “No creo que la tapa esté abierta por casualidad… ¿lo hará para ahorrar tiempo?”. No me quedé con la curiosidad. Según salí, le pregunté: “Amigo… me impresiona la vida tan sencilla que llevas. No tienes tv, tienes poquitas cosas. Enhorabuena! Pero… en el baño tienes un champú con la tapa abierta. Eso… ¿es por algo?”. Respuesta: “Claro. ¿Tu sabes el tiempo que se tarda en abrir y cerrar la tapa? Todo eso es tiempo que tengo pa mi después”. Por supuesto, nos echamos unas risas.
Bueno, sin llegar a extremos. Lo cierto es que este chico, que es muy inteligente, habla varios idiomas… ahora es una especie de misionero en un país africano. Está casado y por lo que tengo entendido, le va muy bien. Sigue teniendo pocas cosas, pero es feliz. Esta es una realidad. Las personas que conscientemente tienen pocas cosas, son felices.
La parábola del pescador
No me quiero extender mucho más, porque la verdad es que preparando este tema, he disfrutado como un niño chico. Pero hay algo que sí me gustaría incluir. Se llama la parábola del pescador (hay muchas versiones, y la puedes encontrar en internet fácilmente, yo la copié de este enlace: La parábola del pescador). Dice así:
En un pueblito (da igual cuál, piensa en uno más o menos de escasos recursos), un lugareño se encuentra medio adormilado junto al mar. Un turista norteamericano (piensa en un país de estos que le dicen desarrollado) se le acerca, empiezan a converdar y en un momento determinado el forastero pregunta: ‘Y usted, ¿en qué trabaja? ¿A qué se dedica?’. ‘Soy pescador’, responde el hombre.
‘’Vaya, un trabajo muy duro’, replica el turista, quien agrega: ‘Supongo que trabajará usted muchas horas cada día, ¿verdad?’. ‘Bastantes, sí’, responde su interlocutor. ‘¿Cuántas horas trabaja como media cada jornada?’. ‘Bueno, yo le dedico a la pesca un par de horitas o tres cada día’, replica el interpelado.
‘¿Dos horas? ¿Y qué hace usted con el resto de su tiempo?’. ‘Bien. Me levanto tarde, pesco un par de horas, juego un rato con mis hijos, duermo la siesta con mi mujer y, al atardecer, salgo con los amigos a beber unas cervezas y a tocar la guitarra’.
Pero ¿cómo es usted así?’, reacciona airado el turista norteamericano. ‘¿Qué quiere decir? No entiendo su pregunta’. ‘Que por qué no trabaja más. Si lo hiciese, en un par de años tendría un barco más grande’. ‘¿Y para qué?’. ‘Más adelante, podría instalar una factoría aquí en el pueblo’. ‘¿Y para qué?’. ‘Con el paso del tiempo montaría una oficina en el distrito federal’. ‘¿Y para qué?’. ‘Años después abriría delegaciones en Estados Unidos y en Europa’. ‘¿Y para qué?’. ‘Las acciones de su empresa, cotizarían en bolsa y sería usted un hombre inmensamente rico’.
‘¿Y todo eso, para qué?’, inquiere el pescador. ‘Bueno’, responde el turista, ‘cuando tenga usted, qué sé yo, 65 o 70 años podrá retirarse tranquilamente y venir a vivir aquí a este pueblo, para levantarse tarde, pescar un par de horas, jugar un rato con sus nietos, dormir la siesta con su mujer y salir al atardecer con los amigos a beber unas cervezas y a tocar la guitarra’.
Las supuestas necesidades comerciales
¡Qué ironía! ¡Cuánta vanidad! ¡Qué engañados nos tiene el sistema comercial! Este cuento ilustra a dónde queremos llegar. Ahora bien… ¿quiere decir esto que no podemos tener nada? ¿que no podemos prosperar en la vida? No, no somos ermitaños ni anacoretas (por lo menos, la gran mayoría). No vivimos en cuevas… tenemos que trabajar, cuidar de nuestra familia, divertirnos, claro que sí. No todo es como la parábola del pescador. ¡Ojalá! La cuestión es que hay que tener cuidado con lo que pensamos que es una necesidad.
En resumen: hay pocas necesidades y muchos deseos. Cumplir nuestros deseos no es la clave para sentirnos mejor. Hay algunos estudios que indican que, una vez cubiertas las necesidades básicas, por mucho más que tengamos en sentido material, no vamos a ser más felices. Para vivir de vacaciones, tenemos que llevar una vida sencilla, sin complicaciones. Una vez que hemos unido las dos ideas, ¿qué podemos hacer para aplicar esto y ser “EfectiVivos”?
¿Cómo diferenciar necesidades de deseos en la práctica?
Aunque, en realidad, todos sabemos en el fondo qué es una necesidad y qué es un deseo, aquí van algunas ideas para hacernos pensar, y poder diferenciar entre deseo y necesidad:
- Decidir antes de comprar o adquirir algo si es un deseo o una necesidad. Esto no se hace, pero es imprescindible. A veces decimos “necesito esto”, pero… ¿de verdad lo necesitas? ¿o lo deseas? Hay que pararse. Si es un deseo, calculemos si merece la pena el tiempo y el dinero que nos va a costar.
- Evitemos acumular cosas. No seamos Diógenes.
- Escuché hace poco a un podcaster que decía que, antes de comprar algo, es bueno pensar en horas de trabajo. Por ejemplo, nos vamos a comprar un coche. El precio en euros es ___. ¿Cuánto cuesta mi hora de trabajo? Hagamos la operación, y veremos cuántas horas, días, o hasta años de trabajo tenemos que cubrir para conseguir este DESEO.
- Definamos un período de tiempo para comprar. Tenemos una necesidad, pero no es inmediata. Pues, consultemos con la almohada, pensemos bien. Quizá un día, una semana. Y si después de ese tiempo, sigue siendo una necesidad, adelante!
- No hagamos compras impulsivas.
- En el libro de Marie Kondo aconseja también quitar el mismo tipo de objeto al adquirir uno nuevo. En casa, por ejemplo, intentamos llevarlo a cabo con la ropa, y lo curioso es que, por más cosas que quitemos, seguimos teniendo un montón (parece que la ropa se multiplica en el armario). Así que, sin miedo.
- No tengamos varias cosas para lo mismo. Mejor tener unos buenos zapatos, aunque sean más caros, que un montón de zapatos “birrias”.
- No compremos nunca a crédito. No todo el mundo puede comprar una casa o un coche sin pedir prestado, pero en cosas pequeñas, es un enorme error comprar con el dinero que no tenemos.
- Intentemos ahorrar algo de dinero. Hagamos un presupuesto sencillo (capítulo 20 de EfectiVida).
- Ganémonos los caprichos. Es decir, que sean un premio merecido, no compremos simplemente porque podemos hacerlo. ¿Nos lo hemos ganado? Pongámonos una meta, y si la conseguimos, entonces podemos cubrir un deseo. Vivimos en la sociedad del “lo quiero ya, y me lo compro ya (porque yo lo valgo)”… ¿seguro?
- Hagamos cosas nuevas sin gastar dinero.
- Dediquemos tiempo a otras personas. Seamos dadivosos, generosos. Disfrutemos de tiempo libre con la familia y amigos.
En conclusión : ¡Vive de vacaciones!
En conclusión… ¡se puede vivir de vacaciones! No nos referimos a hacer “el gandul”, o a estar ociosos. De hecho, las vacaciones son un invento moderno, una válvula de escape necesaria, dado el enorme estrés de la vida actual.
La idea es vivir siempre sin agobio, sin estar sometidos a los requerimientos de otros, sobre todo los del sistema comercial. Decidamos en qué queremos emplear todo, o casi todo, de nuestro tiempo.
Solo es inmensamente rico aquel que sabe limitar sus deseos. ~ Voltaire Clic para tuitear