Seguramente has visto en alguna peli, como el malo acaba cayendo en arenas movedizas, que, en cuestión de minutos, terminan engulléndolo.
Como en muchas otras cosas del cine, hay más de mito que de verdad.
Existen arenas movedizas, claro que sí. Y también se han registrado muertes, pero no por ser tragados. En realidad, las arenas movedizas no suelen sobrepasar el metro de altura. Además, el ser humano tiene una composición menos densa, por lo que tiende a flotar.
Aún así, si caes en un “charquito” de estos, para mover un pie un centímetro, necesitarás ejercer una fuerza de una tonelada (como levantar un coche más o menos).
De ahí que las muertes producidas sean derivadas del atrapamiento. Por ejemplo, por insolación, inanición, o por ahogamiento por la subida de la marea.
Entonces… ¿cómo salir de las arenas movedizas? Luchando o revolviéndose, no, desde luego. Eso empeoraría la situación. La forma más efectiva es tumbarse sobre la espalda. Poco a poco, el cuerpo flotará. Cuando las piernas sobresalgan, simplemente podrás girar sobre ti mismo, o bien, arrastrarte hasta tierra firme.
¿Y qué nos enseña todo esto? Pues se me ocurren al menos 4 lecciones:
Primero: no creas todo lo que se ve en la tele.
Segundo: estar (bien) informado puede salvarte la vida.
Tercero: el autocontrol es clave para no agravar los problemas.
Cuarto: la paciencia, el tesón, y el esfuerzo continuado te pueden sacar de cualquier hoyo.
Dudo mucho que ni tú ni yo caigamos nunca en arenas movedizas. Aún así, no viene de más tener en cuenta estas ideas, por si alguna vez, caemos en un hoyo, en la jungla de la vida.