¿Aprender y retener u olvidar y reaprender?

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¿Te gusta aprender? A mí me encanta. Me fascina aprender algo nuevo. Claro, hay tantos temas que aprender que es imposible retener todo. No tanto por una cuestión de capacidad de memoria, sino porque no tenemos días de 100 horas en los que practicar constantemente todo lo que aprendemos. Y ya sabes, lo que no se practica, se olvida.

Así que tenemos un dilema interesante. ¿Dedicamos tiempo a mantener en forma nuestros aprendizajes obligándonos a practicar algo aunque no sea necesario? ¿O mejor nos olvidamos de eso y nos enfocamos en tener un buen nivel de desempeño en aquellas tareas que sí nos son útiles ahora mismo?

No es una respuesta fácil, así que vamos a poner algunos ejemplos que quizá puedan aclarar el asunto.

Los aprendizajes que no se practican con frecuencia se van perdiendo

Hace unos años aprendí francés a un nivel básico que me permitía saber pronunciar, formar frases y tener conversaciones más o menos fluidas. Incluso llegué a tener alguna intervención breve en público. Otro idioma en el que sí me esmeré bastante fue el árabe. Aprendí a escribir, leer y llegué a una comprensión de la estructura y gramática del idioma que me permitió incluso dar clases de árabe a otras personas. A pesar de los múltiples dialectos, podía hacerme entender y disfrutar de conversaciones fluidas. Me faltó vocabulario «de la calle», pero creo que estaba en un nivel en el que las nuevas palabras entraban con facilidad y era simplemente una cuestión de práctica y de entorno.

Actualmente, debido a algunos cambios de circunstancias, ya no uso ni árabe ni francés. Así que voy notando que mi comprensión y fluidez han bajado mucho. En francés puedo articular alguna frase sencilla y poco más. Y en árabe, todavía me defiendo, pero me cuesta alguna gota de sudor.

Este es el proceso lógico cuando dejamos de practicar algo. Piensa en montar en bici, conducir o jugar al ajedrez.

En el caso de algunos aprendizajes, la mejora continua provoca además que nos quedemos desfasados muy rápidamente. Esto es lo que sucede en campos como la electrónica, la informática o la programación. Aprendí a programar desde que era muy pequeño. Pero como no apliqué esos conocimientos, ahora mismo no me atrevería a decir que soy programador. Quizá pueda entender de qué están hablando, pero poco más.

En resumen, como podemos ver con los ejemplos, cuando algo aprendido se deja de practicar, se va perdiendo poco a poco.

Cómo dar mantenimiento a lo aprendido

Una opción para no perder las habilidades adquiridas es programar periodos de tiempo para practicar.

Podrías, por ejemplo, mantener conversaciones con nativos para practicar un idioma, jugar en línea al ajedrez o suscribirte a blogs de programación para estar «al día».

El principal problema aquí es el tiempo. Si usas el método C.A.R. te será muy sencillo detectar dónde está el fallo en esta forma de trabajar. Si quieres mantener lo aprendido, tendrás que programar bloques de tiempo, y rápidamente tu calendario te dirá que te has pasado de la raya y que no cabe nada más.

Mantener unos cuantos aprendizajes es posible, con organización y esfuerzo, pero a medida que vamos aprendiendo más y más cosas, el proceso de mantenimiento se hace inviable.

La falta de utilidad

Por otro lado está la cuestión de los beneficios de mantener vivo un aprendizaje.

  • ¿Me será realmente útil?
  • ¿No estaré sacrificando otros aprendizajes que serían de más valor?
  • ¿Es una cuestión de gusto personal, como un hobbie, o es más bien una inversión a futuro, porque me podrá servir para acceder a un empleo o para emprender?

En muchos casos, no nos va a merecer la pena el esfuerzo de practicar algo que no estamos usando.

La gran ventaja de reaprender

Llegados a este punto, parece que hay más ventajas en «dejar ir» aquellos aprendizajes que ya no usamos.

De todas formas, hay que tener en cuenta que abandonar un aprendizaje para después tener que reaprenderlo no es tan malo como parece.

Piensa en algunos de los ejemplos anteriores. Si hace 20 años que no montas en bici, te costará tan solo unos minutos poder mantenerte recto sin caerte. Si olvidaste un idioma y ahora te mudas a un país donde lo necesitas, te será bastante sencillo ponerte al día.

El nivel que adquiriste cuando aprendiste algo va bajando, pero aún así, siempre estarás en una línea superior al promedio, y tu impresionante cerebro simplemente tendrá que desenterrar algunas capas para activar los patrones neuronales que sigues teniendo ahí.

Al mismo tiempo, mientras que no practiques algo que aprendiste, puedes desarrollar otras habilidades que sí necesitas. Si te gusta aprender, esto será en sí mismo un buen aliciente. Después, si finalmente tienes que rescatar algún aprendizaje, podrás combinarlo con lo nuevo que has aprendido, de modo que tu adaptación será rápida y probablemente de más calidad.

Resumiendo

Resulta tentador mantener todo lo que hemos ido aprendiendo en la vida. Abandonar esos conocimientos es como desprenderse de algo que nos costó mucho. Pero en realidad, hacerlo es la opción más efectiva. Nuestro cerebro mantendrá esos conocimientos, y cuando queramos rescatarlos, podremos hacerlo en poco tiempo. Mientras, podremos seguir aprendiendo otras habilidades que nos sean más prácticas. Al final se trata de disfrutar de la vida sin demasiados agobios, aprendiendo todo lo que podamos en el camino.


*Imagen de cabecera: Gerd Altmann from Pixabay

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Sobre el autor

Jaír Amores
Mi nombre es Jaír y soy de la cosecha del 78. Estoy felizmente casado; tenemos dos preciosas hijas, y vivimos en Las Palmas de Gran Canaria, España. ¡Sí! ¡El paraíso! Desde muy chico, ya me atraía la efectividad. Disfrutaba haciéndome un horario, automatizando tareas. Y… no sé si a ti te ha ocurrido también: me daba cuenta de muchas cosas que podrían hacerse mejor. Me sigue pasando, por cierto. Estoy convencido de que la efectividad y la productividad personal son fundamentales, pero… sin olvidar las cosas importantes de la vida. Porque, ¿de qué serviría mejorar si no nos hace más felices?