Explorando la antifragilidad

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¿Te consideras alguien resiliente? Esta palabra se puso de moda hace un tiempo, aunque mi corrector sigue marcándola en rojo. Se trata de superar con éxito las dificultades. El ejemplo más típico es el de un junco que se dobla con el viento, pero vuelve a su posición original sin mayor problema. Bien, pues resulta que había algo mejor: la antifragilidad. Hoy hablamos de un super poder que te hará más fuerte que el junco.

La antifragilidad como extremo positivo

Aunque para muchas personas, ser resiliente es un éxito, la realidad es que es un punto medio. Sigamos con el ejemplo del junco. Si un junco se rompe con el viento, muy mal. Sería un extremo negativo. Es lo que no esperamos del junco.

Ok. Si el junco se dobla pero no parte, genial. Es un buen ejemplo. Pero recuerda que es lo que esperas del junco. Está diseñado así. Creo que nosotros, los seres humanos, también. Quizá nos hemos vuelto un poco hipersensibles, algo mimados, un tanto caprichosos. También creo que la resiliencia se puede trabajar, como cualquier capacidad. Pero en el fondo, me parece que lo suyo es ser resilientes, aunque nos cueste.

Ahora, el tema es que falta el otro extremo. Junco roto: malo. Junco resiliente: normal. ¿Y dónde está el junco bueno? ¿Uno que sobresalga del resto por lo positivo? Aquí llegamos a la antifragilidad. Este término se popularizó con el libro de Nassim Taleb titulado «Antifrágil». El libro es enorme y casi imposible de sintetizar. Básicamente, y con muchos matices, antifrágil sería algo que, no solo no se rompe, sino que se hace más fuerte con las dificultades.

Este es el junco bueno. Es uno que, cuanto más le golpea el viento y las tormentas, más músculo saca. Es el extremo positivo.

Personas antifrágiles

¿Conoces a alguna persona así? Son esas que, cuando están tumbadas en la lona por los golpes; cuando están boca abajo, desplomados; cuando el enemigo levanta las manos cantando victoria, se levantan lentamente, resucitan, se olvidan del dolor y pelean como nunca lo habían hecho, derrotando a lo que se les ponga por delante.

Conozco a varias personas así. Tienen nombres como «madre coraje», o «héroe anónimo». Estoy seguro de que, si estrujas la memoria, en tu círculo de amigos y conocidos, hay alguien que encaja en el perfil.

También he tenido sensaciones que se podrían calificar de «antifrágiles». En alguna ocasión he recibido críticas que he considerado injustas. Una opción es responder, pero eso te coloca en el mismo nivel, en el mismo tablero de juego. Con un inconveniente. Las reglas no son justas, y tus contrincantes suelen ser expertos. ¿Qué he hecho en esos momentos? Dar lo mejor de mí. Demostrar con acciones que la acusación es falsa.

Este es el ciclo del antifrágil: te golpea el viento, y en vez de partirte o de superarlo, te haces más fuerte. Como la hidra, a la que le salían dos cabezas si le cortabas una.

Cómo ser antifrágil

De entrada, hay algunas cosas que podemos hacer para mejorar nuestra antifragilidad:

  • Tener un punto de vista positivo de la adversidad, pues nos va a permitir crecer.
  • No evitar como costumbre lo incómodo. Seguir trabajando a pesar de los problemas.
  • Preguntarse qué podemos sacar en positivo de un evento aparentemente negativo.
  • Imitar las estrategias de superación de otras personas y/u organizaciones.
  • Controlar la narrativa. No dejes que otros escriban la historia. Tú eres el protagonista y por tanto, el autor del diario.
  • Experimentar el riesgo controlado.
  • Afrontar desafíos manteniendo opciones abiertas.
  • Detectar fricciones y puntos de mejora y trabajarlos en vez de acomodarnos en lo que funciona.
  • Sigue formándote (por ejemplo, puedes aprender a usar el método C.A.R. para organizarte mejor y liberarte del estrés)

Todavía tengo que leer el libro. Ya leí el cisne negro y el estilo del autor asusta por su complejidad. Y antifrágil no va a ser sencillito. Pero de eso se trata ¿no? Enfrentar la adversidad y salir reforzado. Seguiremos hablando del tema. De momento, ¿qué te parece el concepto? ¿Te quedas con el junco normalito o con el fortachón?

*Imagen de cabecera: Albrecht Fietz en Pixabay

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Sobre el autor

Jaír Amores
Mi nombre es Jaír y soy de la cosecha del 78. Estoy felizmente casado; tenemos dos preciosas hijas, y vivimos en Las Palmas de Gran Canaria, España. ¡Sí! ¡El paraíso! Desde muy chico, ya me atraía la efectividad. Disfrutaba haciéndome un horario, automatizando tareas. Y… no sé si a ti te ha ocurrido también: me daba cuenta de muchas cosas que podrían hacerse mejor. Me sigue pasando, por cierto. Estoy convencido de que la efectividad y la productividad personal son fundamentales, pero… sin olvidar las cosas importantes de la vida. Porque, ¿de qué serviría mejorar si no nos hace más felices?