6 razones por las que procrastinamos

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«Ya lo haré luego». ¿Te suena? A todos nos ha pasado, en mayor o menor medida. El problema surge cuando eso que hemos dejado para después era importante. Hoy vemos algunas razones por las que, aunque sabemos que no es lo mejor, seguimos procrastinando.

1. Nos falta una razón de peso

En muchas ocasiones lo que falla no es el motor, sino la gasolina. Nos falta motivación. No entendemos por qué deberíamos hacer eso, y de alguna manera, buscamos la forma de evitarlo.

Una manera de contrarrestar este efecto es hacerse varias veces, en cadena, la poderosa pregunta: «¿Por qué?». ¿Por qué voy al trabajo? Para ganar dinero. ¿Por qué quiero ganar dinero? Para pagar los gastos. ¿Por qué hay que pagar los gastos? Para que mi familia esté bien. ¿Por qué quieres que tu familia esté bien? Porque los amo.

2. Tenemos varias prioridades en conflicto

En ocasiones tenemos varios frentes abiertos, todos ellos importantes. Hay algunas estrategias para decidirse por uno de ellos. En mi caso, lo que hago es planificar todo con antelación. De esta manera evito tomar decisiones sobre qué debería hacer. Simplemente, intento ajustarme a lo que había programado.

Aún así, siempre habrá momentos en los que dudes entre hacer una cosa u otra. Lo más sencillo es plasmarlo por escrito. Pros y contras, o una lista de qué debería hacer ahora. La pregunta «¿Qué es lo peor que pasaría si no hago esto ahora?» también nos puede aclarar el panorama.

3. Tenemos demasiadas opciones

Un problema similar al anterior es tener muchas opciones, en este caso, todas poco importantes. La realidad es que esto no debería ocurrir. Quizá el problema esté en que estamos intentando abarcar mucho. O quizá hemos ido llenando nuestras listas de tareas hasta un punto en el que no podemos manejarlas. En todo caso, cuantas menos opciones tengamos, mejor.

En este caso, la lista de 3 tareas diarias esenciales puede ayudarnos a progresar en nuestros proyectos. La idea es realizar 3 acciones vitales al comienzo de cada jornada. Después, puedes procrastinar todo lo que quieras, con la tranquilidad de que lo importante estará hecho.

4. Demasiado fácil o demasiado difícil

El famoso libro «Fluir» demostraba con diferentes estudios que hay un punto medio en donde disfrutamos mucho de lo que hacemos. Es esa sensación de que el tiempo se nos ha ido volando. Pues bien, hay algunos requisitos para eso. Uno es que esa acción sea un reto, pero no imposible.

Parece ser que las tareas demasiado fáciles son tentadoras, pero poco satisfactorias. Por contra, las tareas que creemos imposibles serán rechazadas por nuestro cerebro. Es posible que estemos procrastinando porque hemos escogido tareas que están alejadas del punto medio. Una opción es dividir las tareas complejas, o trabajar por lotes agrupando tareas sencillas y breves que sean similares.

5. No has eliminado fricciones

El tema de las fricciones es fascinante. En muchas ocasiones el problema no es la tarea en sí, sino todo lo que hay que hacer para llegar a ella. Si para hacer ejercicio tienes que levantarte temprano, ponerte una ropa medio dormido, salir a la calle, conducir en medio de un atasco, conseguir aparcamiento, y hacer cola para entrar en el gimnasio, mal vamos.

En la mayoría de las acciones importantes hay algunas fricciones que podemos eliminar. Esto evitará que nuestro cerebro tenga excusas para no hacer lo que sabemos que hay que hacer.

6. Cansancio

Por supuesto, una razón para procrastinar es que realmente estemos cansados. No siempre nuestro cerebro quiere engañarnos. A veces es honesto. Si hemos descansado mal varios días seguidos, si no tenemos una rutina adecuada de ejercicio o no cuidamos la alimentación, es muy probable que nos cansemos más de lo debido. En otras ocasiones, las emociones o el trabajo mental nos agotan. Incluso es posible que estemos enfermos, aunque sin síntomas graves. Todas estas situaciones nos van a empujar a querer procrastinar.

Es bueno parar y escuchar al cuerpo. ¿Realmente estoy cansado? ¿O es una excusa? Unos segundos de reflexión pueden ser suficientes para tener clara la respuesta.

En resumen

Parece que dejar las cosas para luego es el eterno enemigo de conseguir resultados. Aún así, merece la pena hacerse una pregunta: ¿Realmente me merece la pena realizar esa acción? (Valga la redundancia). No tenemos que hacer todo. No estamos obligados a nada. En ocasiones, luchar contra la procrastinación puede no tener mucho sentido.

Por otro lado, recuerda que, al igual que la procrastinación es mala, la precrastinación también lo es. Ni hacerlo todo ya, ni dejarlo todo para más tarde. En este sentido, creo que una buena planificación es vital. Si usas el método C.A.R., por ejemplo, te liberas de la carga por decisión al ver listas de tareas. Además, puedes programar las acciones en los momentos más idóneos, ni muy pronto, ni muy tarde.

En todo caso, lo importante es que sigamos avanzando, con equilibrio, y que logremos resultados con el esfuerzo que gastamos. Y por supuesto, que todo eso nos lleve a vivir con sentido.


*Imagen de cabecera: dexmac en Pixabay

Reflexión

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Sobre el autor

Jaír Amores
Mi nombre es Jaír y soy de la cosecha del 78. Estoy felizmente casado; tenemos dos preciosas hijas, y vivimos en Las Palmas de Gran Canaria, España. ¡Sí! ¡El paraíso! Desde muy chico, ya me atraía la efectividad. Disfrutaba haciéndome un horario, automatizando tareas. Y… no sé si a ti te ha ocurrido también: me daba cuenta de muchas cosas que podrían hacerse mejor. Me sigue pasando, por cierto. Estoy convencido de que la efectividad y la productividad personal son fundamentales, pero… sin olvidar las cosas importantes de la vida. Porque, ¿de qué serviría mejorar si no nos hace más felices?